".$creditoFoto."
Ya se los había contado. Dice un amigo que el eje de la Tierra se movió y que ahora los días duran 16 horas pero nadie lo sabe, así que vivimos supuestas horas de 24 que duran 16.  ¡Claro que no y claro que sí! Lo que se mueve es el eje del tiempo interno de las personas. Para un niño los días duran 48, y más cuando esperan que llegue un evento ansiado como las vacaciones o la hora de comer un pastel. Mis días de la escuela primaria antes de vacaciones de navidad duraban años, siglos, milenios. Para los adultos "en plenitud", vaya engaño de nombre, los días a veces duran 16 horas y otros parecen no haber existido. ¡Huammmmm! de repente en lugar de amanecer en el día dos de enero resulta que ya corren presurosos por las calles buscando juguetes, los papás que aún cultivan la tradición de reyes. Pienso eso mientras quito uno de los árboles de navidad más bonito que ha existido en mi vida. Lo trajo la comandante Daniela, mi hija mayor, de un cultivo sustentable de la sierra norte de Puebla. La misma comandante me tiene ahora quitando esferas en medio de mucha tristeza para mi alma porque el árbol sigue hermosísimo y huele precioso. ¡Ah, los olores! que canijos son para dañar. He recibido la instrucción precisa de quitar los ganchitos antes de guardar las esferas por colores y en la caja indicada. He logrado aventar algunas en su caja con todo y gancho, pero han sido pocas. Esta joven debió de ser en otra vida  directora de abastos, tiempos y movimientos de algún ejército  teutón o japonés. -¿A dónde vas con esa esfera azul? Su caja está allá- me indica con sus bracitos en jarra y mirada de "te estoy vigilando estrechamente". -¿Qué haces subida en el burro? Las esferas de arriba me tocan a mí, tu ve quitando las de abajo de grandes a chicas-. Me refugio en una camioncito de hojalata que tiene en lugar de  motor, una cajita de música que toca "Oh árbol de navidad". Con esa cajita de música a toda cuerda, me despido del árbol que tantas nostalgias me trajo este año y a escondidas de la comandante, guardo unas ramitas en una caja de cristal para poder olerlas en futuros momentos difíciles. Hoy ya las he olido dos veces. Al rato entrará el señor de la casa a aportar su esfuerzo en los festejos navideños que consiste en retirar el cadáver del pino de la sala y echarlo al compostero. Y como la mente es tremendamente loca, me abstraigo en recordar una nota que leí ayer en las perfectas síntesis informativas que me manda desde el DF, la capitalota, el señor Ulloa, gran hallazgo en mi vida en el 2014. Una nota de redacción del diario 24 horas señala que  posiblemente  Castro Ruz esté viviendo sus últimos días. Apenas este 8 de enero se conmemoró el  56 aniversario de la toma de poder de este angelito ambicioso, que hace ocho años vive en pijama y que le heredó su lugar a su también anciano hermano Raúl, que se ha dado maña para hacer algunos cambios y vivir unos años de gloria formados por días de 16 horas, no como los de Fidelito que fueron de 24. Hace un año que los días de Fidel no tienen horas. Nadie lo ha visto en público desde entonces. No ha echado ni un discurso por los cambios en las relaciones de Cuba y Estados Unidos. Nada, días vacíos, de limbo. A lo mejor ya lo disecaron como a Lenin, pero aún no se animan a sacarlo. Y perdón que me burle de un señor que ha reinado por tantos años. Los reyes eternos no me gustan ni me merecen respeto. Abusivos. Si uno tiene que ponerse a buena hora a quitar las esferas de abajo. Es ley de vida. Uno acepta que ya no se sigue subiendo al burro,  ni se guardan las esferas como solía hacerlo, sin dividirlas por colores y en perfecto caos. ¡NO! se tiene que dejar paso a las nuevas generaciones. ¿Si este joven y hermoso pino ya se va de mi casa, en donde le toca estar ya a Fidel? La nota del diario es clara y cruel: "Medios opositores señalan que el gobierno cubano no permite el ingreso de personas en la zona del cementerio Santa Ifigenia  en Santiago de Cuba, donde presuntamente  "descansarán" (como pino navideño) los restos de Castro Ruz. El lugar estuvo cerrado varios meses mientras se trabajaba en la construcción  de la tumba y mausoleo, que se presume terminada, ya que la zona  ha sido finalmente despejada..." Hasta aquí la nota. La tumba, como el pozo de la composta de mi casa, espera ya al señor Fidel, con la boca abierta. Forrada como pastel de quince años, pero al fin y al cabo una tumba alberga productos reciclables, como nuestro perro que murió prudentemente este diez de diciembre. Sin molestar, se acostó en su colchón y se pasó a morir. Así se quedó, hecho bolita, y así lo enterramos, debajo de un árbol con todo y colchón porque ya estaba tieso. Pino y Fidel, patos, perros y gatos y conejitos de blanca piel, junto con humanos buenos y malos, vanidosos y tontos, sabios y justos, los que quitan las esferas de abajo y los que aún están colocando las estrellas en la punta de los árboles, todos vamos para allá, y más a los que los días ya nos duran 16 cortitas pero entrañables horas.