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Por: Ana Mastretta Yanes

 

Realizada por primera vez en 1969,  Oregon Country Fair  (OCF) rompe con todos los moldes de una feria gringa tradicional (rodeo, motocicletas, armas de fuego, etc.). Con toda la marca del mundo sesentero reventado y hippy, hoy son aquellos jóvenes de entonces los que sostienen el vuelo de un evento alternativo, como dicen los propios participantes (artesanos, músicos, teatreros, bailarines, malabaristas,  titiriteros, saltimbanquis, ecologistas,  ensoñadores), o contracultural, como dirán los académicos. La feria la organiza una organización civil y no tiene fines de lucro. Todo el esfuerzo de miles de personas que participan en la organización del evento es voluntario.

Este es su código de conducta:

“Somos una asociación de iguales. Cada uno de los miembros de nuestra comunidad tiene derecho a un trato digno y equitativo de todos los demás participantes. Todos debemos actuar con responsabilidad hacia los otros allí donde nos reunimos. OCF está comprometida con los principios de la no violencia. El abuso mental, verbal, físico o sexual no será tolerado. Compartimos reverencia por la tierra. La mayordomía es responsabilidad de todos. Por favor ayude a proteger la vida animal y vegetal cuyo espacio que compartimos, y trabajar para extender esta práctica más allá de la OCF y en la vida cotidiana.”

En tres días, por un bosquecillo cercano al poblado de Veneta, cerca de la ciudad de Eugene, en Oregon, más de cincuenta mil personas recorren un laberinto abierto entre maples, robles y pinos de todo tipo.

De todo se ve, pues todo mundo se enfunda en disfraces o se desnuda y se cubre de colores a la usanza psicodélica. Y de todo se huele, aunque están absolutamente prohibidos el cigarro y el alcohol, y desde 1997 se procura que lo que se quema no abunde en todos los pasillos. La feria tiene su propio sistema de comunicaciones, abasto de agua, reciclaje de desechos, control sanitario, equipo de emergencia médica, control del tráfico y la seguridad de evento. Un doctor emérito de Harvard es el jefe de los servicios sanitarios, diremos mejor, de la limpieza de las letrinas. Hay talleres de todo tipo, en particular para niños, como el Energy Prk, con demostraciones de energía alternativa, transporte alternativo, agricultura orgánica y reciclaje. Si te da tiempo, puedes conocer un buen número de organizaciones civiles dedicadas al impulso de la recuperación ambiental y la sustentabilidad.

Un Estado con el que por supuesto también se sueña en el mundo del capitalismo.

Un fin de semana en el que no hay policías, ni luz eléctrica, ni nada que recuerde el primer mundo.

Salvo los blancos gringos. No se ven mexicanos, y como en todo el estado de Oregon, muy pocos negros.

Se goza, sobre todo, la música. Y las artesanías --cerámica, textiles, talabartería, papel, zapatos, ropa, pintura, y reciclados de todo tipo (por ejemplo, cubiertos de plata convertidos en pájaros, libélulas, unicornios) cumplen con el propósito original de la feria. Pero sobre cualquier cosa, es la gente la que se lleva el evento, en un inusitado ánimo por socorrer a los cuerpos del encierro y el frío de invierno y lluvia infinitos. Un chispazo de la cultura norteamericana a la que no estamos acostumbrados a ver ni siquiera en el cine. Una sociedad ilustrada y sencilla, que mucho sabe ya de sobrevivir a la maquinaria insensible del consumo capitalista.

Oregon Country Fair, como la vivió una joven poblana, Ana Mastretta Yanes, cronista aquí en Mundo Nuestro.

Esta vez no llegué por una madriguera, ni perseguí un conejo; corrí tras el espíritu de vivir. Ahora tengo otro nombre, más corto,  y leído hacia atrás es la misma palabra. Ahora soy una AliciAna adolescente. Este fue un viaje muy extraño. Mis recuerdos, aunque están frescos, son muy confusos. No estoy segura de explicar todo con claridad y ni es mi intención, pero les presento una recopilación de mis pensamientos y/o acciones.

 

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Al final de la feria repartimos flores. En Oregon Country Fair se cumplen sueños. ¡Alto! ¡Tenemos que ir en orden!

 

Es jueves. Era. 

Estoy nerviosa. Camino decidida y en amor a la vida. Es mi tercer día de vacaciones en El Otro Lado, Gringolandia, Con los Güeros de Estados Unidos. Estamos en las afueras de Eugene, en Oregon, en medio de un pequeño bosque.

 

Fair Virgin! Gritan las chicas del Staff cuando les decimos que es mi primera feria. Desconcertada sonrío. Verifico más de cinco veces que mi pasaporte y mi visa estén en mi bolsa, mientras Bárbara y Javier -- nuestros amigos ceramistas, quienes amorosos me invitaron a estar un mes en Oregon con ellos, con el fin de semana de trabajo en la feria incluido-- se registran. 

 

Nos adentramos en la feria. El bosque se tinta de colores. Mi cara de sonrisas. El mundo de música. ¡Disfruten la feria! deseamos y desean todos. Gente cálida. Cuando mis ojos están preparados para saltar y poder ver más de cerca cada detalle, llegamos a nuestro stand.

 

Guau. Toda la estructura es de madera. Un árbol crece enredado. Antes de poder echarle un vistazo a unos psicodélicos covers de metal para switchs que impacientes esperan ser vendidos, una mujer chaparrita y un hombre fornido nos reciben. El hombre usa un sombrero de copa decorado con ramitas y listones. Ella me saluda como de toda la vida y tardíamente me advierte que mis ojos se saldrán. Jonathan y Karen. El Sombrerero y la Liebre Loca. 

 

Acomodo cada pieza de cerámica con entusiasmo; tal vez pienso que entre más me apresure la feria empezara antes. Al final de la tarde caminamos cansados de regreso al coche. En cada paso que damos observo algo que me sorprende. Personas con cabellos coloridos o incluso con todo el cuerpo al desnudo y decorado con flores y esplendores. Malabaristas andantes en zancos, precavidos con las ramas de los arboles. Música tan extrañamente bella, mis oídos sienten el alma de aquellos músicos, pero por más que mis ojos buscan, no los encuentran. Artesanías hermosas y extrañas relucen; ante ellas todo invento dañino que el humano ha hecho es insignificante.

 

No nos quedamos a dormir en la feria, y cuando pregunto por qué Javier responde: porque queremos dormir, iremos a una casa de unos amigos que no viven muy lejos. Cuando llegamos un suculento salmón nos espera. Gozosos comemos e intrigada los observo. El es chiquito y ella grandota. ¿El Rey y la Reina de Corazones? Por supuesto. Pero no es como aquella reina envidiosa y manipuladora y en su relación sin reciprocidad mantenida con su rey. Tal vez hay más de un juego de cartas. Ellos son ceramistas con un estilo único, amables, amantes de la buena comida y unos corazones bondadosos.

 

Perezoso el viernes amanece. Es oficial, Oregon Country Fair ha comenzado.





De regreso a nuestro hogar, que diga stand, me encuentro con unos queridos personajes. Son hermano y amigo de Karen y Jonathan; andan ayudando en el stand. Uno de ellos planea todo un itinerario para visitar todo tipo de shows; es un gran conocedor de pasadizos secretos dentro de la feria. Gato Sonriente, ya te extrañaba, ¿por qué ahora pocas veces te veo sonreír?  El otro es lo que muchos llaman nerd, igualito a los que aparecen en The Big Band Theory. Es un revoltijo de curiosidades y en cada conversación que mantengo con el encuentro un consuelo, un consejo y un compañero de desayuno. Cuestiones sin resolver son el capullo de este Anderson.

Mas no son los únicos personajes aparecidos en esta feria donde todos estamos locos. Hay una mujer que hace arte con antiguas piezas metálicas, nos hicimos muy amigas. Un hombre-conejo quien es herbolario porque piensa que la  naturaleza nos brinda mejores medicamentos que los que nosotros creamos. Un hombre-tigre, muchos se divierten al observar como feria taras feria pierde la figura. Mala figura… eso me recuerda a algo… Mis queridos nadadores, ¿cómo describirlos? Cuando entre a los vestidores de los participantes del Green Parade --si David, mi amigo poblano, participé en tu honor-- el desfile más grande del festival, lo primero que vi fue a un hombre abrochándose un traje de baño de femenino; todos fuimos nadadoras sincronizadas. Una niña que participa en The Girls’ Circus baila con la cuerda y el viento, y dos mechones de cabello pintado de rojo se vuelven flamantes guerreros. Una chica que tiene un stand dedicado a ayudar a las mujeres; perfecto lugar para relajarse después de una bailada. Darius, risueño hablante del español y un músico que va tarde a escuchar a otros tocar; yo no dejo de escuchar en mi memoria a aquella violinista que humildemente crea música  y de da sentido a traer suficiente cambio en la cartera. "Claro, si vas a cambiarte en medio de la multitud tienes que ser eficaz"  es el dicho de una brasileña dueña del talento de cambiarse de ropa sin que nadie se dé cuenta hasta cuando acabe, seguro ha de practicar con todos esos bellos vestidos que vende.

Llega la familia de Bárbara: cariñosos, divertidos y unos grandes cantores por la mañana. Uno de ellos es Frodo. ¿Qué hace un personaje del mundo de Tolkien en el País de las Maravillas? El caminar de Nicolai, portador de anillo, en los senderos de la feria, es la respuesta a la intriga de que sucede cuando distintas historias se entrelazan.

Como verán un pensamiento me lleva a otro. Mi mente es una enredadera creciente. Hay quienes hablan de esa planta como si fuera algo ajeno a ellos. Te hablan de su poder, capacidad, cambios, rincones; pero no te recuerdan que tienes una planta, y que solo tú puedes controlarla. Tu eres las raíces. Puede que la planta domine y te conviertas en tu propio títere; entonces pregúntate que clase de agua le das a la planta… ¿La estás haciendo florecer?

En Oregon Country Fair no importa qué clase de planta que seas.

Que si estás flaca. Que si es guapo. Que si no. Que es negro. Que tiene muchas pecas. Que no usa ropa de marca. Que es nerd. Que es lesbiana. Que habla como gay. Que las niñas deben de peinarse. Que los hombres solo piensan en los deportes. Que es mexicana. Que el cuerpo humano y el sexo son pornografía. Que su nariz es más grande que su cara. Que de que tamaño lo tiene. Que están disparejas. Que es un indio. Que el cambio que intenta crear no sirve para nada. Que es artista y muy creativo, seguro se droga. Que no tiene ojos claros. Que se le ven mal los braquets. Que le gusta el anime, uh. Que si estas soltera. Que cual es tu sexualidad. Que si te masturbas. Que si la has probado. Que es muy tímida. Que habla por los codos. Que tuitea mucho. Que habla con las plantas. Que esta gorda. Que es emo. Que es friki. Que de dónde vienes. Que si estudias en escuela pública. Que tiene los dientes chuecos. Que huele mal. Que usa playeras muy escotadas. Que no ha tendido novia. Que no toma en las fiestas por nena. Que tiene la frente muy grande. Que de qué religión es. Que baila mal.

A nadie le importa

La diversidad no tiene miedo de salir del estereotipo en el que la obligan a esconderse y muestra su luz al mundo. Es abrazada y florecida por todos. Al caminar por sus senderos y ver aquellas caras sonrientes, tan distintas entre sí me doy cuenta que esta es el agua que necesito para florecer mi mente.

Porque en Oregon Country Fair cumplo un sueño que veía muy lejano.





Hoy fuimos a la costa.

Es la detallada combinación entre dos de mis amores: el mar y el bosque.

Al ver los mástiles y las blancas velas al contraste del viento no pude evitar pensar en mi hermana Paulina.

En la playa un grupo de pintores trabaja en su arte y disfruta del mundo. Me acuerdo de Alicia.

Ahí encontré una roca.  Estuve largo o corto tiempo sentada en esa roca. Pensaba. En que mi historia aun la escribo. Gracias a la vida por darme las palabras. En una dicha extrema extendí mis alas, como ramas, y con ellas mi corazón, mis brazos y mi mente; disfruté del mar y de la vida. Aclaré muchas cosas conmigo misma. Cuando bajó Bárbara me dijo que esa piedra es un monumento a la gente que murió en la guerra de Vietnam, tal como su primo. Me contó que la guerra le desgarró el alma, nunca regreso. Dijo que mi iniciativa de trepar a la roca fue muy interesante, y que su mente se fue muy lejos. Aun pienso en el momento de la roca. Cuando llegamos al lugar. Fue como si me llamara. La vi y no lo pensé. Subir a ella era algo tan natural, que la única prudencia fue darle mi cámara a Javier.

La considero mi roca, pero la roca no es de nadie. Roca libre. Roca de paz.

Decido también hablar más seguido con las piedras.

Atentamente,

Ana, luchadora de la mente.

PD: en el grupo de artistas había una viejita que se presentó de la siguiente manera  “Hola, Trabajo muy duro para hacer de este mundo un lugar mejor.” Al despedirme repetí sus palabras.

 

Dedicado con cariño y respeto a mis queridas personas de Oregon.