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Por: Sergio Mastretta

(Primera parte)

(En julio de 1991 el cólera regresó a México de la mano de la pobreza. Por décadas no se habían registrado casos. La Secretaría de Salud en Puebla la define como “una enfermedad bacteriana intestinal aguda que se manifiesta por la aparición brusca de diarrea abundante, vómito y deshidratación, pudiendo ocasionar choque hipovolémico y la muerte si no se proporciona tratamiento adecuado y oportuno”. Acequias y canales de riego contaminados en las regiones de Tehuacán y Matamoros nutrieron rápidamente a la bacteria. Esta crónica da cuenta de la profundidad histórica de la pobreza en México.)

         Santiago Miahuatlán, julio de 1991. La imaginábamos lejos, en las fronteras orientales de la indigencia asiática, en el paisaje desértico del hambre africana, en las montañas míticas de Sendero Luminoso.

         Ahora está a la vuelta de Tehuacán.

         A menos que el laboratorio diga que a los cinco muertos de Santiago Miahuatlán simplemente se los llevó su muy natural miseria.

         Hay ratos en que las estadísticas se levantan de los números fríos e insensibles para convertirse en reclamos vivos. Cólera o diarrea, la epidemia que se abate sobre ese poblado atranca todo sueño de modernidad y nos arroja a nuestro rezago endémico.

         Cualquier médico dirá ahora: “La esperábamos”.

         Y recordarán brotes similares que se han llevado poblanos a mejores rumbos. Como aquella a principios de los setentas, una epidemia de tifo que perforó intestinos y arrancó la vida como no se veía en mucho tiempo.

         Ellos, los médicos, lo entenderán como algo natural. Y explicarán que no se refieren a argumentos celestiales sino a condiciones de vida. Y si tienen información fortalecerán su decir en que el estado de Puebla está en el fondo, pegadito a Chiapas, Oaxaca y Guerrero, si se trata de marginación en el campo.

         Así que no hay catastrofismo que valga.

         Insolentes, violentos, los muertos campesinos acosan la indiferencia de la ciudad. Y rompen nuestros tímidos amarres con la civilización y el progreso.

 


            Irresponsabilidad y miseria en la epidemia de Miahuatlán

         28 de julio. Domingo en el barrio de Santa Clara. Un grupo de campesinos juega béisbol, no hace caso de la carrera de mujeres tras una de las pipas de agua que los bomberos de Puebla. Así están ellas desde el miércoles, cuando la ciudad y sus funcionarios, espantados por el cólera que desnuda la más recóndita miseria, se acordaron del sol rencoroso de Tehuacán.

         Hoy los muertos están en reposo, a la espera de que pasen los nueve días para el levantamiento de la cruz. Hoy es día de descanso, ha desaparecido de las calles de polvo “el cerco sanitario”, la brigada de 150 médicos, enfermeras, técnicos, soldados y funcionarios que invadieron Miahuatlán para el salvamento de los que están hundidos en la miseria. Tal vez mañana reaparezcan.

         Hoy es domingo, y cuatro horas en esta comunidad arrojan al reportero denuncias precisas sobre las condiciones que en lo inmediato      generaron esta tragedia: un drenaje construido allá por 1978, que nunca funcionó y que ahora se encuentra taponado e inutilizable en su totalidad, un sistema de agua potable inoperable, que deja a dos barrios muy poblados Santa Clara y Cristo Rey, sin el líquido, a pesar de que desde 1985 los usuarios pagaron sus contratos; y un sistema hidráulico –la galería agrícola Hidalgo, utilizada para el riego de más de 30 hectáreas y el abastecimiento de agua potable para la comunidad de santiago Miahuatlán –altamente contaminado por la descarga de aguas negras, basura y cadáveres de todo tipo (fetos, perros, burros), situación conocida desde hace por lo menos un año por las autoridades de Salubridad, SARH y Secretaría de Gobernación según denuncias hechas formalmente por los responsables de la sociedad que controla el agua de la galería.

         Paralelo a todo eso, el conflicto político: el enfrentamiento entre el llamado Comité de defensa Social, que agrupa a militantes de la oposición perredista y panista, contra el grupo priísta que controla la alcaldía, problema que el año pasado derivó en tomas de la presidencia municipal y cierres de carretera por los descontentos antipriístas que demandaban cuentas claras al ayuntamiento.

         Hoy es domingo y “la enfermedad”, “el mal”, “el tóxico que se llevó a la gente” como aquí le dicen a lo que sucedió entre el domingo 21 y el lunes 22, corre todavía el agua de las galerías sin que las autoridades de Salubridad estatales y federales se pongan de acuerdo en sus versiones e informen a la población sobre qué fue exactamente lo que mató a su gente.

         Hoy es domingo. Hace una semana, en un medio día soleado y ventoso como este, una mujer, Dionila Cortés Villegas quedó tendida en una parcela del paraje de Chiltepintla. Ahí la encontraron sus familiares empapada en sus propias evacuaciones, casi ahogada en la fetidez que le salía de la entraña. De ahí la levantaron para llevarla al Centro de Salud de la población, ahí la atendió el doctor Vázquez y ahí por primera vez alguien imaginó que la revoltura intestinal de Dionila podría ser la enfermedad del cólera.

 


         Agua mala

         30 de julio. La corriente que sale de la galería Hidalgo, en el barrio de Santa Clara, arrastra cangrejos y pescados muertos. Y sobre todo lombrices, marañas de víboras diminutas y tiesas como raíces en la tierra reseca. “Es el cloro –dicen los campesinos-, ha matado todo los bichos pa que ya no nos enfermemos”.

         Pronto, cuando se vayan las pipas rojas de los bomberos poblanos, mujeres y niños tendrán que acarrear con sus cubetas el agua que han bebido desde hace cien años los habitantes de este barrio.

         “Nunca la hervimos –dice una anciana, abuelita de Lupe Valerio Bonillas, la niña de cinco años muerta en tres horas por una diarrea fulminante-, nunca pasó nada, y ya ven lo que nos pasó”.

         Lupita murió el lunes tempranito, a su cuerpecito se le fue la vida en los brazos de su mamá, cuando a las siete de la mañana la lleva a la carrera al Centro de Salud, instalado en el zócalo del pueblo, a más de un kilómetro de distancia de Santa Clara. “Ya no aguantó a llegar –dice la abuelita-, tuvo vómitos, diarrea, calambres, y lo que arrojaba de su estomaguito olía a pescado, ya no aguantó a llegar”.

         Una semana después, en la ciudad de Puebla, las autoridades de Salubridad reconocen que una de las personas que murieron en Santa Clara fue víctima del cólera. Pudo ser Lupita.

         A los demás, igual que a ella, habrá que decir que los mató su miseria.

 


         Galerías contaminadas

 

         Algo tiene claro la gente en Santiago Miahuatlán, el municipio de 14 mil habitantes vecino de Tehuacan que pasará a la fama por el cólera. Igual que la presidenta municipal que sus opositores del Comité Miahuateco de Defensa Social o los campesinos comunes: que el asunto de agua potable le va la vida al pueblo. El cólera que mató a cinco de ellos en el barrio de Santa Clara, es consecuencia de agua potable, la ausencia de un sistema de drenaje y la contaminación del agua de la galería Hidalgo, la única fuente de abastecimiento en Santiago Miahuatlán.

         Qué es una galería: túneles abiertos en el subsuelo para el control de la utilización de agua corriente bajo la tierra. Aquí los abrieron allá por el siglo XVII, pero con el paso del tiempo el agua buscó niveles más profundos, por lo que fue necesario abrir nuevas galerías. Desde entonces quedaron lumbreras secas, que con las corrientes provocadas por las aguas del verano, barrancadas, como aquí les llaman, se aniegan, para filtrar poco a poco el agua hacia la galería en el subsuelo. La descarga de aguas negras a estas pozas –como la que arroja la maquiladora propiedad de Josefina Magañón, que emplea a 80 trabajadoras-, la defecación en ese lugar por los habitantes de los barrios vecinos y su utilización como basureros, explica la contaminación de la galería.

         Esa es la explicación que dan a todos en Miahuatlán a la enfermedad que mató a cinco personas y dejo moribunda a decenas de habitantes del barrio de Santa Clara.

         Por supuesto que las versiones difieren:

         Dice Delfina Encarnación Fuentes, alcaldesa priísta: “El problema lo ocasionó el exceso de microbios que hay, se contaminó el agua de la galería. Hay gente inocente que utilizó como baño y basurero las lumbreras ya secas. De esa agua contaminada bebe la gente de Santa Clara, porque ellos no alcanzaron la ampliación del agua potable. Pero no es el cólera ya lo dijeron las autoridades, y sólo hubo cinco muertos, hubo mala información de los periódicos. Ahora el foco de infección ya se eliminó. Además, la gente de por sí ya estaba enferma, Mateo Peralta, uno de los que murieron, era hidrópico. Ellos eran personas muy humildes, jornaleros”.

         Y esto opina Élfego Clemente Romero, perredista del Comité de Defensa: “Desde hace más de un año que el Comité demanda la solución de este problema, con la puesta en operación del sistema de drenaje, que existe pero que nunca funcionó y con el manejo correcto del agua potable, que llegó a escasear hasta por quince días. De todos era conocida la situación en que se encontraba la galería, sobre todo lo sabían las autoridades en Puebla”.

         Miguel González, presidente de la Adoración Nocturna en la parroquia local, y priísta de hueso colorado, como dice, expresa: “Nuestro pueblo está muy agradecido con las autoridades, por la respuesta inmediata al problema que sufrimos, por eso no pasó a mayores consecuencias. Ya lo dijeron, no es cólera, es gastroenteritis, una enfermedad que nos toca a los más pobres. No es cierto que las galerías estén contaminadas, ni que hayan encontrado burros muertos. Aquí hay problemas políticos que inventan las personas que buscan que se les nombre, es una enfermedad de esas personas que no están cuerdas con ellas mismas”.

         El encargado de la galería agrícola Hidalgo, Pedro Solís, cuenta: “Hace un año presentamos un informe de lo que encontramos en la galería: restos de un burro destazado que una familia arrojó a la lumbrera –lo había robado, para completar la carne para el mole necesario en el levantamiento de una cruz-, cadáveres de perros, pañales, desechos de mujeres –toallas femeninas-, bolsas de basura. Ahí queda mucho de eso, de nada sirve que hayan tapado las antiguas lumbreras con escombro. Desde hace un año que se lo dijo a la autoridad el señor Juan Balderas, el presidente de la sociedad del agua, y se lo dijo ahora al doctor Solomón, ellos tienen copias de eso”.

 


         Nuevo brote diarreico en Miahuatlán: seis  enfermos

 

         Miércoles 31 de julio.    Seis personas más de la comunidad de Santiago Miahuatlán, esta vez del barrio de San Isidro, fueron internadas en estado grave en un hospital particular de Tehuacan. El cuadro clínico que presentaban, según reportes extraoficiales, son los mismos que se produjeron la semana pasada en esa comunidad y que fueron identificados como cólera por las autoridades de salud pública. Según está versión, ninguno de los enfermos se encontraba al anochecer en peligro de muerte.

         A pesar del hermetismo en torno al caso guardado por las autoridades, igual que en la ciudad de Puebla como en la ciudad de Tehuacan, el hecho se hizo público desde la misma comunidad de Santiago Miahuatlán, donde el señor roque Galicia, presidente de la colonia San Isidro, llevó a los enfermos ante la presidenta municipal Delfina Encarnación Fuentes. Los enfermos fueron hospitalizados por la noche del día lunes.

         Juan Ramos, Gregorio Olivares y Roberto García, junto con tres menores de los que no se revelaron sus nombres, son las personas que fueron internadas por sufrir evacuaciones, vómitos y temblores que ya sea como cólera o infección gastrointestinal asolaron a la comunidad de Santa Clara el lunes 22 pasado, con el resultado de cinco personas muertas y más de 60 hospitalizadas.

         En el pueblo de Santiago Miahuatlán los rumores persisten. Ante la falta de información, los campesinos especulan e  intentan formarse una opinión de lo que acontece. Por vía telefónica, pudo saberse de parte de un miembro del llamado Comité Miahuateco de Defensa Social, que una persona  de apellido Clemente falleció en la ciudad de Puebla, afectada del mal intestinal. Sin embargo por la tarde y la noche en la ciudad de Puebla, no fue posible obtener información al respecto de las instituciones de Salud.

         Por otra parte, el mismo Comité Miahuateco de Defensa Social informó que su dirigente, Élfego Clemente Romero fue detenido por la policía municipal y consignado ante el Ministerio Público de Tehuacán luego de un incidente automovilístico menor. El hecho fue confirmado por el diario El Mundo de Tehuacan: según el reporte policíaco, Elfego Clemente, en estado de ebriedad, agredió y amenazó con una pistola a las personas que viajaban en una camioneta con la que tuvo un choque menor, por lo que la policía intervino.

         Sin embargo, personas cercanas al dirigente entrevistadas telefónicamente por este reportero, no descartaron la posibilidad de que se trate de una venganza por el hecho de que a raíz de la enfermedad que se presentó en el barrio de Santa Clara, Élfego Clemente denunció a la presidente municipal Delfina Encarnación Fuentes como responsable de     que el agua potable no haya llegado a esa comunidad y no se encuentre en operación el drenaje.