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“¿De qué otra cosa podríamos hablar?” Teresa Margolles

Los acontecimientos de los últimos años en México superan toda imaginación. ¿Es posible entender esta barbarie? Las escenas de la vida diaria nos abruman, y no podemos dejar de mirarlas. Pero hay que pensarlas también. La reflexión y el análisis deben provocar una mejor deliberación colectiva que nos permita reconstruir un país que en la muerte de miles de personas por una violencia desenfrenada ha probado el colapso de sus instituciones. Tal es la línea propositiva de este ensayo elaborado por el filósofo Pablo Piceno, de quien Mundo Nuestro ha publicado textos y poemas que alumbran con sensibilidad y compasión nuestra trágica realidad.

Pablo Piceno nació en Wolfsburg, Alemania, hace 23 años; poeta, profesor de alemán, estudia Filosofía y Literatura en la Universidad Iberoamericana Puebla. Por cuatro años fue misionero religioso - y seminarista- del Camino Neocatecumenal, en México y Perú. Colaboró en las revistas Mosaico, Contratiempo (los dos de la Ibero), y Opción, del ITAM. Adquirió recientemente la Beca de la Fundación para las Letras Mexicanas para asistir al Taller de Creación Literaria 2013.

(La ilustración que encabeza este texto es un fotograma del documental “Narco cultura”, del israelí Shaul Schwartz, presentado en México en enero de este año.) Mundo Nuestro

                Después de la agudización de la violencia perpetrada por el crimen organizado en México durante el último año del gobierno de Vicente Fox, en diciembre de 2006, en su toma de protesta, el presidente Felipe Calderón anunció que su gobierno tomaría medidas de fuerza contra el narcotráfico, iniciando una suerte de guerra civil que al día de hoy ha rebasado, según se estima, las cien mil víctimas.

Con todo y las fuerzas desplegadas –ejército, policía federal y marina-- a lo largo y ancho del territorio mexicano, la guerra no sólo parece no dar ningún indicio de llegar a su fin, sino que ha dado una escalada sin precedentes durante el primer año del mandato de Enrique Peña Nieto, presidente de México desde diciembre de 2012. Hágase la crítica que se haga al modo en que uno y otro han empleado medios para combatir eso que Gabriel García Márquez denominaba la gran peste del siglo XXI (García Márquez 1995), la narcomáquina se ha erigido como poder único, ubicuo y huidizo, inasible, como el nuevo panóptico de nuestra sociedad, acarreando consigo una nueva cultura –la narcocultura-, un discurso emergente creado por miembros marginales de la sociedad que está rehaciendo su universo cultural, y no solo el suyo. La antropóloga Rossana Reguillo sostiene al respecto que, en vez de hablar de narcocultura, se habría de verter el peso del omnipresente fenómeno violento a su deformación, o bien, reorganización del lenguaje, de modo que la narcomáquina, convertida en nuevo panóptico societal, ha hecho su mayor conquista en el ámbito del lenguaje, evocador de nuevos mundos -según la tradición wittgensteineana-, del universo del poder invertido en cuyas tierras lo que se habla es “narcoñol”. Es en este sentido que hemos juzgado prudente y, más bien, urgente, aproximarnos desde el fenómeno lingüístico a la catástrofe que no cesa de devastar nuestra sociedad, a fin de, como sostiene la misma Reguillo, “levantar, hacer visible, enfatizar el crimen ontológico, aquel que borra la singularidad en pos de su ganancia cifrada” (Reguillo, La narcomáquina).


I.

La aparición casi diaria de cuerpos desollados, descuartizados, decapitados, descargados en las calles, en territorios aparentemente neutrales, convertidos sin embargo en campos de exterminio ambulante, orillan al entendimiento humano y su poder enunciativo de la realidad a un extremo inusitado en que es imposible dar al horror un nombre justo con el léxico ya preestablecido. Todo intento por explicar la barbarie, “la destrucción del hombre” (Levi 2012), que contemplan nuestros ojos, resulta insuficiente, erróneo. Entre los periodistas que todavía se ocupan de narrar los acontecimientos diarios de la Guerra contra el narco –el término en singular es el mayormente empleado por los medios de comunicación en México; el narco, término sintomático que remite a un ente fantasmagórico, incógnito, desencarnado, cuyo poder no opera, por más que se le ataque así, como una jerarquía verticalizada, sino más bien como una red que somete incluso a la sociedad posmoderna de raíces portátiles- se ha llegado a la comprensión casi unánime de que no hay forma mejor de denunciar la realidad que a través del género narrativo, de la crónica, en específico, visto que en la escena social de fin de siglo los relatos han colapsado, incapacitados como se ven para dar cuenta del mundo inhóspito. La crónica, en su aspiración a entender el flujo permanente y señalar la migración constante de sentido, tiene la potencialidad de desplazarse, de renunciar a los valores establecidos, incluso a los símbolos. La crónica recuenta, relata, y parece en ello no emitir juicio alguno, socavada como se halla. Sin embargo opera desde otra racionalidad, desde la frontera que delimita los discursos, fortaleciendo la realidad, situándose por encima de lo relatado, relocalizándolo sin hacerse notar. En la crónica no reluce el autor, carece de importancia; así, acercándose a lo narrado de manera casi hiperreal, renuncia a la clausura de sentido, da cabida a una interpretación indómita, polisémica, multidireccional.

¿Tiene, a pesar de ello, algún cariz ético, alguna intención moral, una forma de situarse existencialmente frente al mal maquínico y exterminador? Según sostiene Reguillo en su ensayo “Textos fronterizos. La crónica, una escritura a la intemperie”, la crónica periodística, a pesar de su crudeza y de aparentemente regodearse en los detalles incómodos, tiene como pretensión primordial, como primera búsqueda la de la negación de la precariedad de la vida. Si enuncia siempre de nuevo la muerte y la desolación es precisamente porque antes ha renunciado a someterse al poder destructivo de la narcomáquina que obliga a sus víctimas a callar, a dejarse morir. Ya Naief Yehya en el penúltimo capítulo de su obra “Pornocultura”, hace un estudio, basado en los narcovideos, del modo en que las víctimas de los sicarios, a pesar de sufrir torturas inhumanas, apenas si profieren gritos; en realidad, la mayoría de ellos no hacen más que callar, indefensos, resignados:

“Resulta interesante que, entre los muchos videos que circulan en internet de las diferentes agrupaciones criminales, solo haya algunos pocos donde las víctimas supliquen o intenten defenderse. Una excepción es un video de una joven a la que un sicario tiene en el piso mientras la patea y le pisa el rostro. Ella asegura no saber nada de lo que se la acusa y llora pidiendo clemencia. No parece ser ese el mensaje principal que buscan los cárteles; por el contrario, se pone énfasis en la aparente calma de quienes van a morir. Es decir que, aunque el dolor mortal está presente, de alguna manera la víctima asume su destino con fatalidad, sin gritar ni expresar su miedo, como si se le arrebatara hasta ese último derecho.” (Yehya 273)

La crónica, emanada de una sociedad cautiva, imperada a callar y a someterse, enuncia la destrucción para reafirmar la vida, la dignidad, “la necia voluntad de sobrevivir en medio del caos y del derrumbe” (Reguillo 6). No se entiende de otro modo cómo tantos periodistas mexicanos (Regina Martínez, Gregorio “El Goyo” Jiménez de la Cruz, entre otros), reacios a darse por vencidos, se han levantado como los nuevos mártires de un suelo ensangrentado hasta el colmo.

 

II.

La expansión del narcotráfico en Colombia y México ha traído consigo una serie de neologismos precedidos del vocablo “narco”, tales como narcoterrorismo, narcoguerrilla, narcoestado. Específicamente en México se han creado términos talescomo narcotienda, narcomandatario, narcogobierno¸ narcosanto, narcocorrido, narcomansión, etc., como parte de la floreciente narcocultura.

Como rastrea el antropólogo Paul K. Eiss en su reciente ensayo “The Narcomedia: A Reader’s Guide”, dentro de este nuevo léxico se han establecido como las creaciones más reincidentes y de más pronto acuñamiento aquellos términos que remiten a la propaganda narco, entendida superficialmente como una estrategia alternativa de comunicación. Los narcovideos, narcomensajes y narcomantas han hecho su aparición durante los primeros años de la Guerra, o bien, algunos meses antes, y han sido asumidos como términos de dominio no solo mediático, sino popular. Todo mundo en México sabe qué son las narcomantas y los narcovideos. Lo que resulta más difícil es establecer su significado real.

La narcopropaganda tiene el fin de manifestar el señorío de un cártel sobre un territorio concreto, cuyos sicarios se declaran dispuestos a exterminar a quien se atreva a cruzar sus fronteras. De esta manera, el resignificar los cuerpos torturados abandonados en la vía pública o colgados de los puentes cual si fueran ganado, al acompañarlos de mensajes de venganza que, en el fondo, tratan de justificar los crímenes expuestos, conlleva un acto de deshumanización aún mayor, una muerte tercera, después de la tortura y la muerte física: los cuerpos vueltos un medio del dispositivo, al servicio de la máquina, se insertan en la nueva racionalidad de la barbarie, son el libro de la nueva pedagogía del terror. En ellos se perfecciona el principio de Marshall Mc Luhan sobre la comunicación: las narcomantas son equívocas,podrían no estar; los nuevos cuerpos de los condenados son el mensaje culminante de la dominación de la máquina.

Es, por otro lado, interesante destacar cómo las narcomantas y los narcomensajes carecieron de relevancia para el discurso gubernamental sino hasta que en ellas se inscribieron imprecaciones y denuncias contra el poder ejecutivo y políticos de orden menor. El entonces presidente Calderón, al ser acusado por el cártel del Golfo de proteger al líder del Cártel de Sinaloa, Joaquín “El Chapo Guzmán”, La Familia Michoacana y a Ismael “El Mayo” Zambada, entre otros, restó importancia a los narcomensajes y dijo dudar de su veracidad.

Hoy en día, nadie duda de la veracidad de los narcomensajes y, más bien, quienes son acusados o amenazados a través de ellos se cuidan de no caer en manos de los enunciatarios, emigran del país, como los responsables del sitio de internet de gran popularidad, “El Blog del narco”, quienes, después de enterarse del asesinato de varios de sus colaboradores y de ser ellos mismos amenazados, se dieron a la fuga en un tris, asentándose en la lejana España, despojados de todo, incluso de su credibilidad.

Con ello se evidencia, pues, el poder que la narcomáquina ha asumido, a través de la recomposición del lenguaje, en el subconsciente colectivo. Por otro lado, la capacidad – aun siendo ficticia y errada- de enunciar la realidad que nos supera a través de los múltiples neologismos, ha traído como consecuencia la integración del horror en el folklor cotidiano. Podemos ir más allá: el que México se sitúe como uno de los paísesmás violentos del mundo y más inseguros, en vez de causar vergüenza, ha dotado a gran parte de los habitantes de las zonas más conflictivas de un orgullo perverso y  ha suscitado la reivindicación más bizarra del patriotismo mexicano. 


III.

La mañana del lunes 28 de abril, elementos de la Procuraduría General de Justicia capturaron al alcalde perredista de Lázaro Cárdenas, Michoacán, Arquímedes Oseguera Solorio, junto con su tesorero, Omar Alejandro Soto Gil, por presuntos vínculos con el crimen organizado.

Un día después, el usuario “Uchepo Vengador”, una suerte de denunciante social y que ha resultado un gran desmantelador de la sucia política que se lleva a cabo en todo el Estado de Michoacán, subió a su canal de YouTube el vídeo de un reunión entre el exalcalde, su tesorero y el líder de los Caballeros Templarios, el ex-profesor Servando “La Tuta” Gómez Martínez. En la grabación, en que se distingue perfectamente la voz y el aspecto de cada uno de ellos, resalta el modo vulgar y de gran confidencia en que el sicario se dirige a los políticos quienes, al igual que las víctimas antes mencionadas, se someten a su voluntad, muertos de risa por las “ocurrencias” aparentemente grandilocuentes de “La Tuta”. Este no para de proferir insultos contra el gobierno federal y los políticos corrompidos y hace notar – golpeando, por ejemplo, con el puño contra la mesa, o dando vueltas por el garaje en que se encuentra como amo y señor, en un performance irreverente, casi cómico- quién es el que, en el juego de poderes, lleva la batuta de mando.

También los narcomensajes y las narcomantas se caracterizan por estar plagadas de insultos soeces e irreverentes; junto con ellas, en los narcovideos se evidencia un lenguaje codificado para designar las formas de tortura a que sus víctimas acudirán enseguida, junto con los internautas, observadores quietos y despersonalizados de la masacre. Así, los sicarios disponen de cuerpos encobijados, encajuelados, “enteipados” (cubiertos con cinta adhesiva), “empozolados” (como se dice que se comía el pozole originariamente, de restos humanos), “cocinados como un pescado zarandeado” (es decir, lanzados sobre un tambo llenado con una solución de ácido en que los cuerpos acaban desintegrándose totalmente); términos todos estos empleados de modo ofensivo sobre las víctimas y con una connotación también cómica, también irreverente.

La violencia de la narcomáquina se regodea en la destrucción del orden establecido, estableciendo uno nuevo, que se autolegitima en virtud de su omnipotencia. Hacer uso de palabras ofensivas y denigrantes tiene como efecto reducir a la persona a un estatuto de objeto anónimo, la realidad, a una comedia deslocalizada, alienada hasta el límite.

Conclusión:

La respuesta ante ello, ante la violencia en general, no puede ser el sometimiento, el ser acallados, como pretende el pacto que han realizado los grandes medios de comunicación en nuestro país de no publicar imágenes ni vídeos que den cuenta descarnadamente de la Guerra en que nos hallamos, con la justificación de evitar que el narco se apodere de los ámbitos más íntimos de la sociedad mexicana. No podemos vivir en la alienación, por más que parezca el único camino viable. Sea con el género narrativo, la crónica que lucha por hacer hablar a los despojados, sea con el performance, al estilo de Teresa Margolles, que recogió por meses la sangre de los inocentes caídos en la guerra, cual nueva Magdalena en el Calvario del tercer milenio, mientras la guerra no pare y sigan muriendo los nuestros sin motivo, desfigurados hasta no ser nada, ¿de qué otra cosa podríamos hablar?

 

 Bibliografía:

-Reguillo, Rossana. "Textos fronterizos. La crónica, una escritura a la intemperie." Diálogos de la comunicación -: 58-66.

 -  Reguillo, Rossana. "La narcomáquina y el trabajo de la violencia: Apuntes para su decodificación. "Hemisferique Institute E-misférica. 2011. E-misférica 8.2. 04.06.2014 http://hemisphericinstitute.org/hemi/es/e-misferica-82/reguillo.

-  Yehya, Naief. Pornocultura: El espectro de la violencia sexualizada en los medios. México: Tusquets Editores, 2013.

-  Levi, Primo. Trilogía de Auschwitz.

 España: Océano, 2012. 

- K. Eiss, Paul. "The Narcomedia: A reader's guide. "Latin American Perspectives. Marzo 2014. SAGE Journals. 04.06.2014  http://lap.sagepub.com/content/41/2/78.ful.