En torno a la vida de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla una pregunta se sostiene: ¿Cuál es el papel que juega la universidad pública en una sociedad con las carencias como la nuestra? ¿Cuál su responsabilidad como la principal estructura de creación de conocimiento en Puebla? 

Mundo Nuestro se propone en los meses que vienen contribuir en la construcción de una respuesta colectiva crítica y propositiva. Y empieza con la presentación de veinticinco crónicas escritas por Sergio Mastretta entre 1989 y 1991 y publicadas en el periódico Cambio de entonces, el momento histórico en el que la Benemérita redefinió su destino para la siguiente generación. La primera que se presenta es una especie de preámbulo de la guerra interna que se le vino encima a la universidad. “Del desánimo al encono” narra una de las primeras reyertas entre los grupos que encabezaban Vélez y Malpica; la escena transcurre en una sesión del Consejo Universitario.

... Y ahora velan armas

Jueves 19 de octubre de 1989

 

1.- A las seis de la tarde Samuel Malpica ha convertido la Rectoría en cuartel general de la guerra declarada media hora antes. Huestes estudiantiles rodean el escritorio, se pasan volantes y panfletos, gritan Malpica, Malpica y miran al maestro en ciencias hurgar en su portafolio y en sus cajones en busca de lo que presentará a la prensa como “pruebas de la corrupción de los velecistas”.

 “No las di a conocer por buscar conciliación, -dice-, pero ahora van a ver”.

“Mañana vamos a demostrar quién tiene a los universitarios”, dice antes de ir a la conferencia de prensa, y esboza su plan de batalla que involucra “una manifestación para mañana y consultas en las escuelas”. Está encendido, se ve que viene de abanderar el Consejo Universitario entre gritos de “fuera Malpica, fuera Malpica” en esa irritante, ardorosa y una vez más irreconciliable sesión del órgano de gobierno de los universitarios.

A las seis de la tarde Samuel Malpica mira su oficina desbordada por sus seguidores. No se rio en todo el día y se enojó muchas veces y cada que pudo recordó a todo el mundo que a él lo eligieron 24 mil universitarios. “Los vamos a aislar –dice-, los vamos a derrotar”. Luego dirá que si puede los expulsará, “como en 1976 lo hicimos contra los golpistas”. Ahora, tras, sobrevivir su destitución por el Consejo Universitario, está en guerra.

 

2.- Afuera, en uno de los pasillos del Carolino, en ese tono pardo de catacumba, dos grupos de la Prepa Calderón miden sus fuerzas: con un campo libre de tres metros, se mientan la madre, se gritan “fuera porros de la UAP” y viven una escaramuza de su propia batalla. Morenos, proletarios, chavos y chavas no dan ninguna muestra de acarreo; más allá de los pleitos de los grupos políticos, ellos libran su bronca. Tendrían cinco años en 1976; apenas si habían nacido en 1973. A esta hora en que se velan armas uno piensa en que las fuerzas que se diputan el poder levantan su discurso en estos jóvenes, “la base”, ese amplio espacio aderezado de inefable democracia sobre el que ha justificado su existencia esta universidad de izquierda y por la que Malpica clama contra “el golpismo de un grupito de consejeros del Consejo Universitario”.

 

3.- A las siete se termina el día en la Plaza de la Democracia. La penumbra se lleva las conversaciones en la explanada. Las fuerzas están en sus cuarteles. Malpica se quedó arriba, imaginando “la movilización de los cien mil estudiantes”. En la Casa Presno se reúnen sus enemigos. Ahí Ledesma el biólogo dice a los reporteros que el golpista es el rector, que él ha sido el que ha violentado la institucionalidad. Ahí Marco Antonio Moreno, el ingeniero que leyera la propuesta de renuncia a Malpica dice que a las cinco de mañana sesionará nuevamente el Consejo; ahí se pasa el documento para que lo firmen los consejeros presentes, que son más o menos treinta según Ledesma. 47 según Zárate; ahí Vélez regresa el reto y se pregunta que “si fuera cierto que Malpica quiere debatir entonces por qué emprendió graciosa huida cuando yo entré al salón””; ahí otros comentan que “qué carajo fue a hacer Alfonso a la sesión, que nomás le dio motivo al otro para que se saliera alegando que no había condiciones”; ahí se piensa en cómo estará la recomposición de fuerzas luego de que no pudieron tumbar a Malpica.

 

4.- Una hora de Consejo Universitario, cuatro horas antes de que el rector escapara de la picota, y dos horas y diecisiete minutos después de que empezara la asamblea.

12:17  Ernesto Cisneros, del ICUAP propone que se lleve la sesión en forma privada. La mesa, que apenas se ve de tanta porra que llevó el doctor Rosales y que controla Cruz Quintas, dice que si no se permite el diálogo tomará medidas. Los estudiantes abuchean.

12:18 Alguien propone que se lean los dictámenes sobre la bronca de Medicina.           12:20: El Consejo de veterinaria que también que también ahí las broncas. Nadie pela.

12:21 Gilberto González, piedra de choque del doctor Rosales, entra en lo que será el tema del día, habla de que se quiere dar un golpe de estado. Lo callan abrumadoramente.

 

Renuncia del rector y auditoría a la UAP, piden universitarios

 

Jueves 26 de octubre de 1989

 

1. El zócalo cerrado por la manifestación toma un aire de pueblo a tono con este pleito entre las familias que vive la universidad. En las dos pipas de agua saltan entre borbotones los malpiquistas y las cubetas. Plantados frente al pasaje, esperan a los otros que vienen por Reforma de dar su vuelta con el apoyo que han logrado recoger contra Malpica.

 

2. De la Maximino se escucha un ritmo tropical: qué anárquico atractivo zarandea una panameña de 20 años, estudiante de medicina; viene la mulata en rojos shorts con un grupo encubetado que bajó de un urbano en la Plaza de la Democracia. “Es obvio que se trata de una provocación”, escucho de dos compañeros del gremio a los que no les importa haber visto tanto desfile de inconformidades, tanto zócalo tomado por la masa. Está bien, ¿Pero dónde quedó la matasanos caribeña, por qué se lleva su gracia para perderla en ese grito húmedo de “fuera porros de la UAP”? ¿Tan rápido se desvanece una provocadora?

Los otros lanzan un “Goya” apasionado. Se detienen a treinta pasos de la pipa, gritan también “fuera porros de la UAP”. A la cabeza van los treintañeros del comité de lucha otoñal agarrados a su parte de pasado universitario –cuántas veces no habrán pasado por aquí cuando el gobernador Bautista, con su anticomunismo escatológico, daba sentido a la vida de la juventud proletaria. Serios, a lo que están, los dirigentes malpiquistas no se imaginan cuánto trópico cabe en una mulata panameña a la que por un segundo identifico bañada y apretada a un poblano futuro médico en bermudas que se lleva su alharaca y su provocación hacia la Maximino.

Qué fugaz y anárquico puede ser un zócalo de Pueblo.

En una enconada defensa de su administración, el rector Samuel Malpica dijo ayer ante estudiantes de la escuela de Físico-Matemáticas que en esta lucha por el poder en la universidad él pasará a la ofensiva, “pero con pruebas, no con calumnias y con proyectos concretos de desarrollo académico”.

En una asamblea que inició con rechiflas y gritos de “fuera Malpica” por parte de algunos de los estudiantes reunidos en esa escuela de la Ciudad Universitaria a media mañana, pero que terminó con un aplauso nutrido para el rector de la UAP, una vez más se escucharon argumentos que Samuel Malpica ha utilizado desde el miércoles de la semana pasada en que su posición demandó su renuncia en el Consejo Universitario: contra el “golpismo” responderá con la movilización de los universitarios; quienes lo acusan son los que sentaron las bases para la crisis financiera de la institución. En este acto se anunció una manifestación en apoyo a la rectoría para el día de hoy.

Luego de manifestar que el día anterior había solucionado el problema en Odontología, y que tanto esa escuela como las de Derecho y Enfermería habían dado su apoyo a la rectoría, Malpica dijo que “ahora sí presentará pruebas contra mis acusadores”. En este sentido volvió a referirse a los antecedentes de contrabandistas que se le comprobaron al tesorero de la UAP, Rafael Bautista Ramos en 1982. Igualmente dijo que “como en 1985, quienes ahora buscan su destitución, se apoyan en grupos de pandilleros”.

“Yo acepto que he cometido errores –dijo el rector-, pero todavía tengo cara para venir ante ustedes. Sin embargo ellos ¿A qué le temen, porque no pueden venir a discutir tranquilamente sobre los problemas de la universidad”?.

El discurso de Malpica se fincó en acusaciones repetidas contra el ex rector Vélez, a quien denunció de haber avalado la acción del tesorero Bautista, así como de haber solapado la actividad de grupos de pandilleros.

En relación al problema financiero, dijo que si la universidad está incapacitada para pagar las despensas y si se tiene que sacrificar las partidas de las escuelas para pagar la nómina quincenal, eso se debe a los 11 mil millones de déficit que le heredó la administración de Vélez, junto con las 400 plazas de confianza y de base que autorizó el ex rector en los últimos meses de su mandato.

En igual forma se refirió al 5 por ciento de aumento en prestaciones directo al salario que aprobó el Consejo Universitario, y que redundaría directamente contra los gastos de operación. “Ahí los únicos perjudicados son ustedes los estudiantes”, le dijo a su auditorio.

Finalmente, en relación a una serie de convenios que el rector dice haber sustentado con universidades y gobiernos estatales para la puesta en marcha de un programa de planeación regional, Malpica retó a su oposición a presentar proyectos concretos de desarrollo académico. “Nada más critican y boicotean –dijo-, no les importa que se hunda la universidad.

 

 

 

La eterna universidad

Jueves 16 de noviembre de 1989

 

Los dos grupos saben que están en el ring. Después de la marcha de Samuel Malpica el martes y el problema del pago de la quincena, tocó al turno a sus opositores. Ahora creen que su manifestación del jueves es un gancho al hígado.

1.- A mediodía, en esa plaza tomada por los antimalpiquistas, dos estilos definidos de activismo universitario. Parado en la mesita que sirvió  de templete, a un lado de la camioneta de sonido instalado en la esquina de Maximino y la 4 Norte, Eduardo Vázquez Valdez, coordinador del Hospital Universitario y responsable del equipo de cirujanos que realizó el primer trasplante de riñón en Puebla, da idea de su falta de experiencia militante: no duró ni tres minutos su discurso, fue al grano y su voz nunca tuvo la exaltación ante la masa del orador tradicional de la izquierda. “Porque todos los que estamos aquí luchamos porque la universidad sea eterna”, dijo al final.

Pero entre los oradores y como maestros de ceremonias del mitin, Jesús Aroche, ex-funcionario de Samuel Malpica y pieza importante en la elección rectoral de 1987, revela lo que debió ser haber sido el ambiente estudiantil de los sesentas. Desbordado en el micrófono, dio entrada a los contingentes que bajaban desde el zócalo; posesionado, cumplió el papel encomendado al sonido ambiental, que en grito efervescente debe crear la mística a la mesa movilizada: “Avancen compañeros, -se escuchaba de Aroche, uno de tantos miembros de la clase política universitaria-, la plaza de la Democracia es nuevamente de los universitarios”.

 

2.- Pero ayer, esa aplastante presencia estudiantil en apoyo a los consejeros que buscan la destitución de Malpica, ajena por la edad a los años heroicos del movimiento estudiantil, optó por el tono festivo y la tonada tropical como compañía de las consignas: el Chorrito de Cri Crí y la Negra Tomasa, igual que Amarga Navidad, les sirvieron para crear ahí en la calle estrofas contra Samuel, el rector electo por la masa estudiantil.

Y a la hora de los discursos ninguno subió:

Mejor se dedicaron a quemar una piñata con la imagen del rector, justo cuando hablaba Vázquez Valdez. Eran los de la Escuela de Biología, que vitorearon como propio a Ismael Ledesma en su momento.

¿Pero por qué ninguno de esos miles de estudiantes tomó el micrófono? Eso no les importó mucho a los líderes del movimiento antimalpiquista. Poco a poco agarraron valor a medida que bajaban preparatorianos de los camiones, y los de la Cabrera armaban su fila ahí en la 4 frente a la Zapata.

Pero finalmente, los estudiantes hablan: a la hora de pasar los de Contaduría frente al portón cerrado de Palacio de Gobierno: “Ni Vélez ni Malpica, fuera los dos de la UAP”.

 

3.- A media caminata el cuestionamiento a Juvencio Monroy: “Ustedes buscan la destitución del rector –le digo-, pero en todo este tiempo que ha durado el conflicto no han logrado definir qué pasará después.

¿En qué cambia la universidad con la salida de Malpica? ¿O todo se fundamenta en el argumento de la ineptitud de Samuel Malpica?

Y el coordinador del ICUAP da su versión: “El Consejo Universitario debe retomar su carácter de suprema autoridad. De esta forma, ningún rector o grupo en el poder podrá dirigir a la universidad según su propia concepción, que es lo que ha hecho mucho daño a la institución. Los programas de trabajo y desarrollo de la UAP ya no deben ser concebidos por un personaje o grupo político desde la Rectoría. El rector en turno debe ser responsable de sacar adelante el programa de trabajo que el Consejo Universitario defina para la universidad”.

Ahí mismo, en el mitin, corre entre los investigadores que apoyan a Monroy como coordinador, una carta que firman y que deberán tener lista para la tarde, cuando en el edificio Presno se discuta la postura asumida por el coordinador, pues opositores suyos quieren realizar un referéndum sobre su participación en el Consejo Universitario: “No va a prosperar –dice-. Además voy a ser inflexible en el hecho de que las asambleas del ICUAP sólo deben participar los investigadores, los ayudantes de investigación y los alumnos de posgrado. De ninguna manera los trabajadores administrativos. No se trata de hacer populismo”.

 

4.- “Se trata de apoyar al Consejo, ahorita esos actos no tienen sentido”, dijo un viejo universitario a un Consejero de Gobierno

 

 

 

La liebre en el Hospital Universitario

Jueves 7 de diciembre de 1989

 

Agazapada un poco las dos últimas semanas, apenas se disipa la polvareda electoral, la liebre vuelve al primer plano. Brinca al descampado con el sol de las dos de la tarde, y ese cazador furtivo que damos en llamar “la historia” está a punto de sorprenderla en el Hospital Universitario. Patadas, jaloneos, amenazas, y por un pelito no sonaron los balazos.

El conflicto en la UAP, una liebre que corre tentadora por la boca de todos y que en el riesgo de la violencia encuentra una explicación histórica.

A medio día, los de la Junta habían hablado con Jiménez Meneses. “Sí insisten en darle el dinero a Malpica, vamos a para el Hospital Universitario”, expresó el doctor Vázquez Téllez.

A las 8 de la mañana tomaron las oficinas del Coordinador Eduardo Vázquez Valdés. El médico, uno de los cuatro que forman la Junta de Gobierno de la corriente que desde mes y medio intentaba deponer a Samuel Malpica, todavía alcanzó a llamar a Enrique Montero Ponce para denunciar por radio lo que sucedía: el grupo de Alfredo Lozano Ortega, subjefe del Área Laboral del Área de salud, afecto a Samuel Malpica, tomó las instalaciones –tan sólo las oficinas de la Coordinación-, y justificó la medida en la acusación de abandono de funciones por parte del coordinador.

De ahí en adelante, y tras el rumor de secuestro del coordinador administrativo Pascual Urbano Carreto –“auto secuestro”, dijeron los malpiquistas-, la mañana transcurrió con el interrogante de la respuesta que tomarían los antimalpiquistas, entretenidos con una marcha a Palacio de Gobierno.

A la una de la tarde todo es tranquilidad en el lobby del hospital. Intendentes malpiquistas pegan carteles con suásticas y consignas contra la Junta y el Coordinador. De ahí en fuera, el HU opera normalmente. No puede faltar el membrete del movimiento: mantas con grandes letras destacan a una tal OUAS, Organización Universitaria del Área de la Salude. Tranquilos quienes tomaron las oficinas están en espera de cualquier reportero que inquiera sin motivos.

En la oficina de Lozano Ortega, junto con la de Urbano Carreto –cerrada y con un cartel (“aquí está el corrupto Urbano Carreto)-, una mujer habla por teléfono y dice casi textualmente lo que Lozano ha dicho a los reporteros: “El gobierno tiene que dar el subsidio para el pago de los aguinaldos y quincena, para terminar con la incertidumbre que ha creado la Junta. Vázquez Valdés no tomó parecer de los trabajadores del Hospital Universitario. Nos oponemos a que se entregue al  Sector Salud, como lo pretende el coordinador, quien además violó un acuerdo del Consejo Universitario de 1976 sobre las residencias al permitir que puedan hacerlas estudiantes que no son de la Escuela de Medicina de la UAP. Queremos que el Hospital sea Escuela, como se proyectó en su origen. Vázquez Valdés debe reintegrarse al HU o se le hará un referéndum. Ha tomado medidas netamente personales, como la compra de un conmutador con costo de 79 millones de pesos. Además, tienen una cuenta a su nombre por 200 millones que son recursos del HU”.

Pero siempre hay dos versiones. Toco la puerta de la oficina del hombre aparentemente secuestrado. Pascual Urbano Carreto, pregunta quién es, abre con temor, mientras los otros dicen que “ese está encerrado ahí porque quiere”.

“Tú los ves ahora muy tranquilos, --dice--, pero lo que pasa es que ya vinieron los de TV3 y otros reporteros. Pero en la mañana los hubieras visto pateando la puerta y gritando cosas. A mí me privaron de mi libertad por lo menos durante hora y media. Ahora estoy aquí como protesta contra un acto ilegal”, y sigue: Cruz Quintas encabezó esto, con gente de intendencia. Y lozano Ortega lo hace para cubrirse, porque él fue relevado del cargo por la Comisión de Honor y Justicia, sólo que Samuel Malpica le ha dado el aval. El problema de fondo es el del funcionamiento del Hospital Universitario, en un año que tenemos en la Coordinación los resultados están a la vista: mejor aspecto, mejor atención, mayores ingresos. Existía una deuda por 300 millones de pesos, que se ha reducido a más o menos 188. Samuel Malpica suspendió desde que entramos las partidas especiales para equipo, medicinas y materiales de curación, y hablábamos de unos 800 millones de pesos. Y no ha entregado 80 millones para mantenimiento, quiere estrangular al Hospital, ya que los elevadores OTIS no quieren dar el servicio, igual que los que dan mantenimiento a Rayos X y el Tomógrafo. Pero nosotros, mediante cuotas de recuperación hemos obtenido 200 millones de pesos. No se trata de ninguna cuenta personal, es una cuenta mancomunada destinada a la adquisición del equipo nuevo para dar salida al obsoleto”.

Y va contra Lozano Ortega: “Desde hace cuatro meses, con el apoyo de Malpica, tiene 40 enfermeras cobrando sin trabajar. Ahí se han ido cien millones de pesos. Y el 6 de abril contrataron a 88 intendentes, cuando la plantilla de 210 es suficiente. La Coordinación se opuso, ellos a la fuerza tomaron las oficinas como ahora, así que les pagan en nómina paralela y cobran en Relaciones Laborales. A quienes no están con su corriente les llegan descuentos en sus cheques, y a otros que ni siquiera trabajan, les paga”.

Pascual Urbano Carreto termina la plática, se anima a asomarse al pasillo, arranca de la puerta el cartel. Una hora más tarde verá llegar a los antimalpiquistas. Vienen de Palacio de Gobierno. Vienen calientes. Sorprenden a los de Lozano Ortega, los repliegan. La bronca en el hospital adquiere su carácter concreto: la lucha por el poder en la universidad. Los dos grupos toman posiciones: los que llegaron a sacar a Urbano Carreto salen a la explanada. Cinco minutos convertidos en el griterío común del último mes: “Fuera Malpica”, “Arriba Malpica”. Los que están en primera fila se patean y se la mientan. Por un lado aparece Cruz Quintas con cuatro o cinco. Se ven morrales aquí y allá, pero en ningún momento asoman las fuscas.

Media hora más tarde, en el portal del zócalo, circulan algunos protagonistas. Pareciera que se siguieran unos a otros. Pasan unos de las huestes de Cruz Quintas. Pasan otros detrás, un Zárate entre ellos. La liebre corre, la historia empieza.