• Gilberto Maringoni
  • 27 Junio 2013
".$creditoFoto."
Gilberto Maringoni • Ricardo Antunes • Cristovam Buarque • Henrique Carneiro

Límites del Lulismo

 

Hay  un descontento creciente con las obras de la Copa (Mundial de Fútbol) que ganó visibilidad con el inicio de la Copa Confederaciones. Obras faraónicas, que pronto serán elefantes blancos como el estadio Mané Garrincha, generan malestar. Esto se da  especialmente  cuando son comparadas con las deficiencias en los servicios públicos como el transporte, salud, educación y asistencia social (por cierto, una de las más creativas pancartas vistas en  la manifestación de São Paulo era: "¿Su su hijo enfermó?" "Llévelo para el Estadio").

 

Es posible que el descontento con la mala calidad de los servicios públicos tenga un peso relevante en la furia popular. Y tal vez estemos viendo los límites del Lulismo.

 

 Hay una pista en una de las campañas de publicidad montadas por los marquetineros de Fernando Haddad. Uno de los anuncios de campaña decía algo más o menos así: "con Lula,  tienes TV, coche, casa, heladera y electrodomésticos. De la puerta para adentro de la casa la vida cambió. De la puerta para afuera todavía no cambió".

 

Servicios de mala calidad

 

De "la puerta para afuera" se refiere a los servicios públicos colapsados, horas perdidas en transportes caros y de pésima calidad, escuelas públicas carecientes de materiales y docentes  y las debilidades de la salud pública, sin dejar de mencionar un creciente clima de inseguridad pública en las ciudades.

 

O sea, el Lulismo – como ha sido analizado por André Singer – aumentó la capacidad de consumo de los sectores que estaban prácticamente al margen del mercado, pero no amplió significativamente el acceso a derechos básicos de ciudadanía.

 

Si fuera eso, el momento es ideal para quien desea el cambio social.  Existe legitimidad para transformaciones más profundas de las que han sido realizadas en los últimos años, como la recuperación del valor del salario mínimo, elevar el nivel de empleo y políticas sociales focalizadas. Pueda ser que la expresión popular abra el espacio para una real distribución de la renta.

 

Marco en disputa

 

Pero las movilizaciones están en disputa. El programa de la derecha se resume en decir que las movilizaciones tienen como causa la corrupción del gobierno de Dilma, como apunta la increíble revista Veja, en la portada de esta semana.

 

Los diversos grupos "movimientistas" y anarquistas que protestan contra la presencia de los partidos políticos en las concentraciones y apuntan toda la energía hacia la derogación de los aumentos o por una  tarifa cero. Pero son reacios a cualquier tentativa de organización del formidable impulso cívico desatado en los últimos días.

 

Brasil mejoró en varios aspectos en los últimos diez años, pero la naturaleza continúa siendo devastada, el caos se apodera de las ciudades, la reforma agraria no marcha, los grandes medios de comunicación se asociaron al gobierno federal, el sector financiero sigue exigiendo radicalización en la ortodoxia económica y la gestión de Dilma afirma su fe privatista.

 

El hecho es que el movimiento despertó energías que ni los propios organizadores imaginaban que existían.

 

Declaración al mundo

 

De hecho,  la  presidenta dio muestras de perplejidad y la opción preferencial por lo obvio con la bombástica revelación que hizo al mundo la noche del lunes: "las manifestaciones pacíficas son legítimas y propias de la democracia. Es característico de los jóvenes manifestarse".

 

 En  San Pablo, Fernando Haddad se comportó como un político de horizontes limitados. Optó por fingir estar muerto el día de las manifestaciones. 

 

Geraldo Alckmin, responsable por la truculencia policial, realizó  un movimiento audaz y retiró el patrullaje de las calles. Dejó la tropa de choque acuartelada y dejó la ciudad casi literalmente en manos de los manifestantes. Todo podía ocurrir, inclusive nada. Fue esto lo que ocurrió. No hay ninguna noticia de depredación o acto de vandalismo de cierta monta esa noche, en São Paulo.  En eso, actuaron  de manera diferente gobernadores como Sergio Cabral,  Agnelo Queiroz y Tarso Genro, que pusieron las tropas en la calle.

 

Los acontecimientos de este segundo lunes cambiaron la coyuntura. En los próximos meses, las multitudes, según todos los indicios,  serán los actores centrales de la escena política. Pero no está claro que este volcán popular dirigirá sus energías.

 

Gilberto Maringoni, periodista colaborador habitual de Carta Maior

 

Fuente: Carta Maior 18-06-2013

 

 

 

2) Ricardo Antunes: "El fin del letargo"

 

Nuestro país estuvo al frente de las luchas políticas y sociales en la década de 1980, consiguiendo retardar la implantación del neoliberalismo en Brasil haciendo que la llamada "década perdida" fuera, para los movimientos sociales y políticos populares, su exacto revés.

 

En esos años, floreció un fuerte sindicalismo de oposición. Las huelgas caminaron en sentido inverso a las tendencias regresivas presentes en el mundo occidental. Nacieron  numerosos movimientos sociales. Se amplió la oposición a la dictadura militar. Se diseñó una Asamblea Nacional Constituyente y vivimos, en 1989, un proceso electoral que dividió Brasil en dos proyectos distintos.

 

La década siguiente fue avasalladora: neoliberalismo, reestructuración productiva, financierización, desregulación, privatización y desmonte. Cuando ocurrió la victoria política de 2002, con la elección de Lula, el escenario era profundamente distinto de los años 1980. Como la historia está llena de sorpresas, marchas y contramarchas, la elección de 2012 terminó por convertirse en la victoria de la derrota.

 

Oscilando entre gran continuidad con el gobierno de FHC y poco cambio, pero ninguno con sustancia, el primer mandato de Lula terminó de modo desolador, lo que lo obligó a hacer cambios de ruta, siempre con mucha moderación y ninguna confrontación. Bolsa Familia y altísimas ganancias bancarias; aumento del salario mínimo y enriquecimiento creciente en la cumbre; nada de reforma agraria y mucho incentivo para el agro-negocio.

 

Nuestro hombre duplicado renació de las cenizas en el segundo mandato. Terminó el gobierno en alza: al mismo tiempo en que construyo su sucesor, desorganizó la casi totalidad del movimiento opositor. Era difícil oponerse al  ex  líder metalúrgico, cuya densidad fuera sólidamente construida en los años 1970-1980.

 

Quien se acuerda  de su situación en 2005, atascado en el "mensalâo" /1/, y del que se recuerda al fin de su mandato, en 2010, sabía que estaba frente a una variante  de las más destacadas de político.  Si  Dilma, su criatura política – una especia de gestora de hierro – supo vencer en las elecciones, podemos aquí, en este mismo espacio, recordar que algo mayor le faltaba: la densidad social, que a Lula le sobraba.

 

 Con paciencia, espíritu crítico y mucha persistencia, los movimientos populares habrían de superar ese difícil ciclo. Terminarían por percibir que, más allá del crecimiento económico, del mito faccioso de la "nueva clase media", hay una realidad profundamente crítica en todas las esferas cotidianas de los asalariados. En la salud pública vilipendiada, en la enseñanza pública depauperada, en la vida absurda de las ciudades, abarrotadas de automóviles por los incentivos anti-ecológicos del gobierno del PT. En la violencia que no para de crecer y en los transportes públicos, relativamente más caros (y precarios) del mundo.  En la Copa "blanqueada", sin negros y pobres, en los estadios que enriquecen constructoras y que, en el caso del Engenhâo /2/  se está desmoronando; en los asalariados que se endeudan en el consumo y ven sus salarios evaporarse;  en el foso colosal existente entre las representaciones políticas tradicionales y el clamor de las calles. En la brutalidad d ele Policía Militar de Alckmin y Haddad. Eso ayuda a comprender por qué el movimiento por el pase libre encuentra tanta acogida en la población. Estamos sólo comenzando.

 

1: así llamado el escándalo que estalló en 2004 en el gobierno de Lula, por el que fueron procesados colaboradores del gobierno de Lula y parlamentarios de la oposición.

 

2: como se conoce popularmente el Estadio Olímpico Joao Havelange, en Río de Janeiro.

 

Ricardo Antunes, profesor titular de Sociología en la Universidad Estadual de Campinas (UNICAMP) y autor de Riqueza y Miseria del Trabajo en el Brasil.

 

Fuente: Folha de São Paulo.  20/06/2013

 

 

 

3) Cristovam Buarque: "Echar cuentas"

 

Hace ocho años la población de Brasil se dedica a la construcción de estadios para la realización de la Copa. No se puede esperar diferente en un país que ya fue llamado una "patria del fútbol".  La población del Distrito Federal, por ejemplo, todavía no tiene equipos que atraigan a los aficionados, pero está deslumbrada con un estadio monumental para 71 mil espectadores a un costo superior a los R$ 1,6 mil millones. Sin embargo, pocos, han hecho las cuentas de lo que significa este costo.

 

La obra costó  800 Reales para cada uno de los brasilienses. Considerando sólo los adultos, el costo aumentaría a unos  3.000 Reales para cada persona. Si se considera el dinero que dejó de ir a los 208 mil residentes más necesitados, con ingresos de hasta un salario mínimo mensual, el costo fue de aproximadamente 8.000 Reales más o menos un año de trabajo de cada uno de ellos. Si cada brasiliense supiese que este valor salió de su bolsillo y conociese sus usos alternativos, la euforia con el estadio no sería tan grande.

 

Con los recursos gastados en el estadio sería posible financiar la formación de 6.800 ingenieros de excelencia, desde el primer grado de primaria en súper escuelas de calidad internacional, al costo  de  9.000 Reales por alumno al año, pagando  9.500 Reales por mes para cada maestro, hasta el final del curso en ingeniería de excelencia, en cursos universitarios de excelencia iguales a los del Instituto Tecnológico de Aeronáutica (ITA). Este número es mayor que la suma de todos los ingenieros que se han formado ya en el ITA en sus 64 años de funcionamiento. Además de eso, la formación sería pública, igual para los hijos de los más pobres y de los más ricos que tengan vocación y persistencia.

 

Si consideramos que cada uno de estos profesionales contribuiría al desarrollo del país y generaría un ingreso igual o superior al salario, tomando a los efectos de la simulación de la cantidad de R$ 20.000 por mes, la cantidad generada a lo largo de más de 35 años de trabajo, daría lugar a ingresos de aproximadamente R$ 63,6 mil millones. Algo equivalente a 40 estadios similares al nuevo Mané Garrincha  del Distrito Federal. Más importante aún es que esos profesionales servirían como base para el desarrollo científico y tecnológico que Brasil  tanto necesita.

 


Click HERE is best bookmaker in the world.
Offers Bet365 best odds.
All CMS Templates