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No profeso ninguna religión, pero si  profeso una admiración rendida a los espíritus superiores que nos ayudan a ser mejores personas. Uno de ellos es el papa Francisco. En la homilía del 22 de diciembre de 2014 que dirigió a la Curia de Roma en el Vaticano, señaló los defectos de carácter que en general debe combatir toda persona que ejerce el poder. La Curia es el conjunto de abogados y empleados de la administración e impartición de justicia clerical de la iglesia católica , es decir, la clase política del Vaticano, un organismo compuesto de muchas congregaciones , Consejos, Oficinas Tribunales y  numerosas Comisiones,  muchos elementos que deben coordinarse para un funcionamiento  "edificante y ejemplar"- dice el Papa. Imagínense la grilla política multilingüe que el Papa debe combatir a nivel mundial.  ¡Y nada hay más parecido a un político que otro político! Por eso hay muchos males señalados en ese discurso que le vienen a la medida a la mayoría de las clases políticas del mundo. Aunque Jesús de Nazaret dijo claramente que su reino no era de este mundo, algunos de sus seguidores a lo largo de los siglos  lograron darle enorme poder terrenal al cristianismo, poder que una vez más, un papa con  enorme compromiso social, como lo fuera Juan XXIII, intenta re orientar para fortalecer la vida espiritual.  Aunque  el  pequeñísimo Estado Vaticano  cabe en unas cuantas manzanas, tiene nuncios papales (embajadores) y miles de parroquias, instituciones, escuelas y hospitales diseminados por el mundo, todas coordinados por una clase política asentada en Roma. A esa curia dirigió su sermón con la intención  de combatir lo que él denomina "los males o defectos"  y fomentar la convivencia inteligente, serena y conciliadora, indispensable para la buena conducción de los asuntos políticos de un reino que aún tiene fuertes raíces en este mundo y que el Papa Jesuita quiere reconducir a los dominios del espíritu.

 Francisco de Roma. Debajo de  su vestimenta blanca, asoman sus zapatos viejos y con ellos su desapego a las formas. Lejos quedaron los zapatitos de marca Armani que usaba Benedicto XVI. Me gusta Francisco y su tenaz propósito  de lograr una convivencia social más justa y llena de concordia. ¿No es eso lo que debería ser la finalidad de la política? De dicha homilía resumo algunos de los males y conductas que debe combatir no solo la curia, sino -creo yo- todo aquel que ejerce el poder.

1) El mal de sentirse "inmortales, " inmunes" e incluso, "indispensables". Ese mal deriva en una falta de autocrítica  que enferma al "cuerpo". ¿Les suena?  Es el mal del narcisismo que mira apasionadamente su imagen en el espejo, en las fotos o en los medios de comunicación; el mal de los que se sienten superiores a todos y no al servicio de todos.  Es el mal de la patología del poder por excelencia. Una simple visita al cementerio es útil para recordarnos que ahí yacen muchos que padecieron ese mal y que obviamente no fueron "inmortales".

2) El mal de la excesiva laboriosidad, de los adictos al trabajo y al estrés compulsivo, todo en aras de su propia gloria, dejando a un lado la mejor parte, la de estar en contacto con uno mismo para la recarga emocional y espiritual.

3) El mal de la "petrificación mental". Es el mal de los que en busca del poder han convertido su corazón en piedra, y que a lo largo del camino perderán la serenidad, la vivacidad y la audacia para esconderse detrás de datos y papeles. Máquinas de legajos en vez de seres de paz, capaces de compadecerse y alegrarse con el otro. Es la enfermedad de quien pierde la capacidad de sentir y de amar. Es la ausencia de compasión.

4) El mal de la planificación excesiva y el funcionalismo. El mal de quien cree que con una perfecta planificación las cosas progresan. El mal de querer encerrar y pilotear la libertad no solo de otros, sino  su propia fuerza; el mal de controlar todo sin confiar en nadie más.

5) El mal de la falta de coordinación  y comunicación con el resto del "cuerpo" o del equipo. Cuando los miembros pierden la comunicación entre sí, el cuerpo deja de funcionar, convirtiéndose en una orquesta que produce ruido y no música, porque sus miembros no están regidos por el espíritu de grupo.

6) El mal del Olvido. Es la disminución progresiva de las facultades espirituales, que en un periodo de tiempo más largo o más corto causarán una grave discapacidad en la persona. Seres que dependen completamente de su presente, de sus pasiones, ambiciones, caprichos y manías, con los que construyen muros en torno a sí mismos, haciéndose esclavos de los ídolos que han fraguado con sus propias manos.

7) El mal de la rivalidad y la vanagloria. Es el mal de las apariencias, cuando el color de los atuendos, las formas y las insignias del honor se convierten en el objetivo principal de la vida. Es la enfermedad que produce hombres y mujeres falsos y fatuos.

8) El mal de la esquizofrenia existencial. Es la enfermedad de quien tiene una doble vida, fruto de la hipocresía. Es la enfermedad de quien abandona el servicio a los demás limitándose a los asuntos burocráticos perdiendo el contacto con la realidad de las personas concretas. Dicen servir, pero no sirven a nadie más que a sí mismos. Viven en un mundo paralelo, oculto y con frecuencia ambicioso y disoluto.

9) El mal del chisme y la murmuración. Es una enfermedad grave que comienza con charlar, hasta que se apodera de la persona para convertirla en una sembradora de cizaña, en homicidas a  sangre fría de la fama de sus colegas y hermanos.  "Es la enfermedad de los bellacos"- dice Francisco- que no teniendo valor para hablar directamente, hablan a espaldas de los demás.

10) El mal de divinizar A LOS JEFES.  La enfermedad de cortejar a los superiores, esperando obtener favores y benevolencia. Estas personas son víctimas del oportunismo y del arribismo. Viven el servicio pensando en lo que pueden conseguir y no en lo que deben dar. Son seres mezquinos e infelices, inspirados por su egoísmo fatal. Este mal también afecta a los superiores, que halagan a sus subordinados para conseguir su lealtad, su sumisión y dependencia psicológica, o peor aún, su complicidad.

11) El mal de la indiferencia hacia los demás. El que sufre este mal piensa solo en sí mismo y pierde la sinceridad y el calor en las relaciones. El mal del que no comparte el saber y lo usa solo para su propio beneficio. El mal del que se alegra de la caída de sus compañeros de trabajo en vez de levantarlo y animarlo.

12) El mal de la cara fúnebre.  Lo padecen las personas sombrías, que piensan que para ser serio es preciso untarse la cara de melancolía y severidad o ira, tratando a los demás, especialmente a los que considera inferiores, con rigidez, dureza y arrogancia. En el fondo son síntomas de miedo e inseguridad en sí mismos. Este mal se combate con la educación serena, entusiasta y alegre. Un corazón sano irradia y contagia alegría hacia quienes están a su alrededor, tiene sentido del humor y una fina auto ironía que los convierte en personas afables aún en medio de la adversidad. ¡Cuánto bien hace una buena dosis de humorismo! - lo dice el Papa- no yo, aunque lo creo a ultranza.

13) El mal de acumular. Se da cuando se busca colmar el vacío existencial acumulando bienes materiales, no por necesidad sino solo para sentirse seguro. Se nos olvida que el sudario final no tiene bolsillos.

Nota -Este mal de acumular  ha sido el cáncer fatal del sistema político mexicano. -No lo dice el Papa, lo anoto yo.

14) El mal de los círculos cerrados, donde la pertenencia al grupo es más fuerte que el bien de la comunidad a la que se sirve. La autodestrucción o el "fuego amigo" es el peligro oculto de este mal que ataca desde adentro.

15) El mal de la ganancia mundana y el exhibicionismo. Cuando el servicio se transforma en el puro y brutal ejercicio del poder para obtener beneficios mundanos. Es la enfermedad de los adictos al poder, capaces de calumniar,  mentir, difamar y desacreditar a otros, incluso en medios públicos, periódicos y medios de comunicación. Son los que se valen de todos los medios para un fin disfrazado de justicia y transparencia.

"Hermanos"- termina Francisco- "estos males son un peligro para todo cristiano, pero también para todo ser humano y toda comunidad".

Me quedo con la frase: "El sudario no tiene bolsillos" y lo de " Un recorrido por cualquier panteón sirve para desterrar el defecto de creerse inmortal".

A quien le interese el texto completo busque en Google "Homilía del Papa Francisco a la Curia de Roma del 22 de Diciembre de 2014 con motivo de la Navidad.