Seiscientos brazos frenéticos, quirúrgicos, infalibles. Puntillismo del láser milimétrico de la soldadura, máquinas que desplazan sueños y trabajo pero que son la prueba absoluta de que la fábrica ya está en la preserie de la Q5. Y todavía entrometidos, la razón de ser de este capitalismo constructor de enclaves en el siglo XXI, los rostros serios de los obreros que cumplieron con la aplicación en línea y la calificación del aprendiz, ahora involucrados en lo que sin duda ellos construyen porque ya son parte de “la nueva élite mexicana”. Y si vas a aparecer en los videos en sonrientes flashazos metálicos, ¿a quién le importa ser un engrane si ya tienes el gafete de la sobrevivencia que te da el acceso a la raya semanal? Y por su deber cumplido los políticos que inauguran carreteras y ponen cara de cuánto nos debe el futuro. Y porque alguien tiene que dar la cara a la colonia los ejecutivos alemanes que han hecho su trabajo y sermonean fraternidades en español y no se olvidan del costo por hora de la fuerza de trabajo en Ingolstadt, 15.32 dólares (260 pesos mexicanos) --¿A quién puede preocuparle entonces el tema de las reivindicaciones salariales y los sindicatos y el contrato colectivo y las negociaciones de cada año en agosto cuando aquí pagarán en alrededor de 38 pesos la hora y mantendrán de alguna forma en la nómina a los funcionarios de la Secretaría del Trabajo?
Son los videos de la tierra prometida por AUDI.
La tierra prometida se desplaza en helicóptero y discursos, toma el rostro de aprendices brotados de las secundarias campesinas y de ingenieros expertos que saben que el viento sopla hacia los llanos de San José Chiapa. No, no te fijes en que la tierra ya cuesta 850 mil pesos la hectárea. La tierra ya se desplazó en millones de toneladas desde las lomas de Nopalucan y la aplastarán las prensas que contra nuestro incierto e inmemorable pasado moldearán las finas formas de las camionetas Premium.
Audi ha tomado el llano en San José Chiapa y muestra sus avances en impecables videos. Son las imágenes que Audi presume a carretadas en una estrategia de comunicación que no ahorra nada en los 1,300 millones de dólares que la automotriz alemana afirma que invierte en México.
Hay decisiones históricas que definen derroteros en las sociedades humanas. No es la primera vez que el progreso de la modernidad nos ofrece a los mexicanos la tierra prometida. Ocurrió con Volkswagen en 1964. Y la ciudad de Puebla se amarró a ese futuro industrial sin pensar en sus consecuencias ni por un instante.
La generación que viene en Puebla podrá analizar el resultado de instalar en ese territorio campesino la más importante constructora de automóviles de lujo en América. Los interrogantes vienen también en carretadas: salarios y utilidades, urbanización acelerada y medio ambiente, recomposición cultural de la visión del mundo, por proponer algunas cuestiones elementales.
Pero empecemos aquí, en Mundo Nuestro, por acercar lo que los alemanes dicen de sí mismos y nuestro futuro prometido en sus videos.
Qué esperar del video: imágenes en ráfaga de los acontecimientos ocurridos entre enero de 2014 y junio de 2015, desde el armado de las naves hasta la operación robótica, pasando por eventos con políticos y ejecutivos que inauguran obras y dan banderazos de salida. Detalles de albañiles y soldadores viendo el mundial, jóvenes llenando aplicaciones y operando maquinaria. Rostros aplicados, uniformados, serios del mundo desorbitadamente joven que construye AUDI.
Qué esperar del video: voz en off que explica la puesta en marcha de la producción de pruebas de carrocerías. Una planta con 600 robots que armarán 30 Q5 al día. En plata y naranja los colores originales: el escenario terminator del trabajo disuelto en maquinaria e inteligencia informática.
Qué esperar del video: voz en off que explica las características de la nave de pintura en AUDI. Presume “tecnologías que ahorran energéticos y son amigables para el medio ambiente”. El primer plano de joven obrero que lustra la lámina negra de una Q5 que lo retrata como un espejo perfecto da una idea de la intención propagandística del video.
Qué esperar del video: las escenas corren desde los flashazos a imágenes de la construcción de la planta, con primeros planos a obreros puliendo Audis hasta el templete de los discursos del presiente de Audi México, Alfons Dieter, quien lee en español bien articulado y mofletudo, y Peña Nieto, quien para variar incurre en problemas de sintaxis. Ignoro si habló Moreno Valle, pero su lugar en los discursos lo ocupa un joven ejecutivo mexicano, el #AskJavier de la campaña propagandística, que nos dice pues ni modo, a este paraíso reluciente concentrado en la Q5 mexicana lo conoceremos hasta el año que viene.
Qué esperar de este video: la voz en off presenta los testimonios de dos ingenieros que forman parte de los 650 mexicanos que están en capacitación en Alemania y que se encargarán de la operación de la planta en San José Chiapa. Al final, luego de los repetidos agradecimientos a la empresa, los dos personajes brindan con cerveza bávara el pasar a formar parte de “la nueva élite mexicana”.
Qué esperar de este video: tour en helicóptero por la planta a cargo del director de comunicación de Audi México, Javier Valadez, un joven ejecutivo que utiliza bien las herramientas de comunicación (video y redes sociales) para acercar al público los avances de la construcción de la planta. Todo es terso, como el llano que corre hacia el Citlaltépetl, la vida no tiene conflicto, nunca se matarán entre si los ingenieros por escalar un puesto en esa familia obrera que ya se oculta afannosa bajo los blancos galerones.
Qué esperar de este video: forma parte de un conjunto que traza en general el desarrollo de la instalación de la planta de Audi. La estrella es el hastag #Ask Javier Valadez, quien es el director de comunicación de Audi México y sabe guiñar el ojo actor para que sepamos de barnices y pinturas que ya ni a tiner huelen. En este caso entrevista a un joven técnico sobre las particularidades de la nave de Pintura, él mismo expresión de “la última generación” de la clase obrera, con una actuación tan fina como el grueso de un cabello, mayor a la capa de pintura que aplicarán los robots sin que se intoxique nadie con los vapares del aguarrás.