• Sergio Mastretta
  • 07 Febrero 2013
".$creditoFoto."
Por: Sergio Mastretta

 

Ha desaparecido Atoyac Textil por las manos del hombre. Pico y marro aplicados, a la vista de todos y de nadie, durante veinte años, a partir del cierre de la fábrica en 1993, y tras un largo pleito laboral finalmente perdido por los trabajadores contra el último de los empresarios de El Mayorazgo, Roberto Real de la Mora. El cascarón no se perdió por una picota fulminante; poco a poco, noche a noche, vio primero salir la maquinaria en el revuelo del conflicto obrero-patronal que siguió a la quiebra de la empresa; pasaron años enteros con los galerones sometidos a la oscuridad y la intemperie humana, una caverna franca para los teporochos convertida por las mañanas en guarida de estudiantes de la secundaria de Mayorazgo, pero ganada palmo a palmo a dentelladas y ladridos por una jauría que convirtió en deporte extremo cualquier correría. La apertura de la avenida Cúmulo de Virgo, a finales del 2007, permitió la vista de los intrusos, y la foto aérea en Google Earth arrojaba todavía con claridad que la techumbre de los galerones de media fábrica estaba intacta.

Entre el 2009 y el 2012, en medio de rumores nunca comprobados sobre el futuro del inmueble, cuadrillas nocturnas acabaron con lo que quedaba de una estructura industrial desarrollada desde los tiempos de la colonia, primero como hacienda en el XVI, después como molino en los siglos XVII y XVII, y finalmente como fábrica de hilados y tejidos --poco a poco, primero los tróciles, después los telares--, a partir de 1839. Tan vieja como La Constancia, casi tan grande como Metepec en Atlixco --pasó de 4,896 husos y 80 telares en 1867 a 8,480 husos y 258 telares en 1897, para, finalmente, en su máximo esplendor, alcanzar 13,348 husos y 700 telares en 1913--. Es una historia larga, que contiene de lado a lado el complejo proceso de industrialización de una ciudad como la nuestra, intensamente vinculada desde sus inicios al campo, pero igualmente perfilada hacia las actividades fabriles en los molinos y los obrajes. Viene de muy lejos, de los años treinta del siglo XVI, apenas fundada la ciudad, cuando el cabildo otorga licencia a un tal Manuel Mafra para la construcción de un molino a orillas del río Atoyac; en 1604, lo adquiere Diego Carmona y Tamariz, y así se fue por dos siglos, hasta que reconocido como mayorazgo de la familia Carmona y Tamariz,  le fue heredado a Joaquín de Haro y Tamariz, gobernador de Puebla en aquellos años treinta del XIX, miembro de una familia aristocrática que igual dio para encabezar revueltas contra el gobierno de Comonfort en 1856, que para construir el hospital de maternidad o la penitenciaría.  Es una historia que cuenta en trazos rápidos la investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP, María Teresa Ventura Rodríguez, y de la que extraigo estos pasajes de los primeros años de la independencia, cuando con El Mayorazgo aparece un ejemplo pleno de nuestra revolución industrial. Dice la historiadora Ventura Rodríguez (*):

            “José Gumersindo Saviñón, pionero en la mecanización de la industria

textil del algodón en Puebla, fue quien después de haber sido el socio

industrial de Don Estevan de Antuñano, compró en 1839, el molino y

la hacienda del Mayorazgo con el fin de fundar en ese lugar una fábrica;

ésta comenzó a operar por 1942. Al igual que «La Constancia Mexicana»

(primera fábrica textil de la ciudad), el establecimiento fabril de Saviñón

empezó sólo hilando el algodón sin tener aún máquinas tejedoras; el tejido

lo hacían artesanos en sus propios domicilios a manera de maquila. Para

1843 la factoría El «Mayorazgo» tenía en operación 2 376 husos.4 Por el

número de husos ocupaba, en ese año, el sexto lugar entre las fábricas

poblanas.”

 

 

La historiadora describe la ubicación de El Mayorazgo a mediados del siglo XIX:

“La hacienda «El Mayorazgo», en la que se instaló la fábrica de San

José El Mayorazgo, estaba ubicada en la municipalidad de Puebla; tenía

como límites, al Oriente, el camino real a Atlixco, que separaba sus tierras

de las haciendas El Gallinero y San Bartolo; al Poniente limitaba con el

río Atoyac; al sur con la hacienda de Castillotla y al Norte con el Molino

de Amatlán y río San Francisco. La finca tenía una superficie de 600

hectáreas, comprendiendo 14 caballerías de tierra. La fábrica San José El

Mayorazgo ocupó, a principios del siglo XX, una extensión de 321 650

metros cuadrados, limitaba al Norte con el río san Francisco, al Oriente

con el camino real a Atlixco y al Sur con la barranca del río Chinguiñoso.”

Y luego, en los años sesenta, la llegada de la familia Rivero Quijano:

“La factoría de Don Gumersindo pasó en 1864 a manos de la familia

Quijano, misma que había acumulado capital a través de sus actividades

comerciales, principalmente en las ciudades de Oaxaca y Puebla. La venta

de «El Mayorazgo», la realizó la testamentaría de Gumersindo Saviñón

hijo, en 150 mil pesos, de los cuales 70 mil correspondían a la maquinaria

textil. La compra incluía la fábrica, el molino, el cernidero de harina,

aguas, ganados útiles, enseres, deudas de peones y demás accesorios.

Los compradores del fundo que eran José Quijano de la Portilla, Alejandro

Quijano y Joaquín Calderón, constituyeron en ese año la sociedad Calderón,

Quijano y Cía., quienes además tenían la esperanza de obtener una utilidad de

30 mil pesos anuales. En ese año «El Mayorazgo» tenía más importancia como

molino de trigo que como fábrica textil de algodón.

 

“En 1866, al morir el primero de los socios (José Quijano de la Portilla)

su yerno Alejandro Quijano y González, liquidó a Calderón, quedándose

él y su esposa Carmen Quijano y Gutiérrez, como dueños del negocio.

Por esas fechas la fábrica de «El Mayorazgo» no era aún muy importante

en términos de dimensiones y capacidad productiva; resultaba más chica

en comparación con La Constancia Mexicana. Por ese tiempo tenía mucho

más peso la actividad agrícola de la hacienda. Un año después se registró

un incremento del equipo productivo tanto del molino como de la factoría;

ésta consolidó su planta industrial, con 4896 husos, 80 telares y otra

maquinaria complementaria; entonces el dueño empezó a tener mayores

ganancias por su actividad industrial y comercial que por la del molino. Así

lo que antes fuera un departamento con unas cuantas máquinas viejas de

hilar en un molino de trigo, se convirtió posteriormente en una verdadera

fábrica que eliminó al molino.“

 

 

+++++

 


Click HERE is best bookmaker in the world.
Offers Bet365 best odds.
All CMS Templates