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Por: Emma Yanes Rizo

 

El 15 de septiembre murió Esther Rizo,  que era mi patria, mi bandera, mi certeza. Se fue con su rebozo de aroma entre fuegos artificiales y cohetes. Heroína nacional de la vida cotidiana, de un amor otoñal, de los sueños posibles. Queda en mis ojos la tormenta que azotó el país aquél día.

Emma Yanes Rizo     

¿Por qué temerle a la muerte si para recibirla nos envolverán en un aroma sutil, placentero, olor a lavanda y hierbabuena? ¿Por qué no aceptarla si llegamos a su morada limpios, purificados, recién salidos de un temascal?  ¿Por qué no morir si la planta prehispánica del yauhtli o pericón alejará a nuestro espíritu de todo mal y nos conducirá a una mejor morada? ¿Por qué no abandonar nuestro cuerpo como si fuera el capullo de una mariposa, si el anís y la canela evitarán que se pudra sin más, testigo acaso quedará nuestro cuerpo de amores pasados que son  sólo eso, o son una llaga, una cicatriz en la que no entrarán insectos y parásitos el día de nuestra muerte, protegidos como estaremos por la salvia, el clavo, el mastranzo  el poleo? Para morir en paz no se requieren cantos ni rezos, sólo el abrazo de un rebozo de aroma.

En memoria de Esther Rizo Campomanes