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De acuerdo a datos publicados en estos días a raíz de la matanza de 14 civiles inocentes en un centro comunitario en California el jueves pasado, cada día hay en Estados Unidos por lo menos un ataque masivo con armas de fuego. Se considera “ataque masivo” a un evento en el que mueren más de 4 personas a manos de uno o más atacantes armados con rifles o armas de asalto catalogadas como ligeras. Este tipo de eventos se han ido incrementando a lo largo de los años  y en su mayoría han sido ejecutados por ciudadanos americanos que parecían comunes y corrientes. Tanto es así, que en la página de Wikipedia a estos ataques se les cataloga en orden alfabético, por año  y por Estado. Los más letales,  más de 60 en los últimos 20 años. Quizás el peor de ellos fue el ejecutado en un kínder de Connecticut en el que murieron a manos de un joven, 20 niños menores de seis años y seis profesores.

Aún no se sabe con certeza si el ataque de esta semana fue llevado a cabo por  una pareja ligado al terrorismo del Estado islámico ISIS, pero los demás ataques, perpetrados en escuelas, centros comerciales, cines, cervecerías y hasta uno en el fuerte Hood, en  Texas, a cargo de un comandante que mató a 13 personas e hirió a 32, han sido cometidos por ciudadanos americanos en apariencia inofensivos.  No son ataques terroristas  pero si son ataques terroríficos. Y la mala noticia para el pueblo americano es que los ejecutores son personas crecidas dentro del sistema americano de vida que permite y fomenta, entre otras cosas, la compra de armas ligeras de enorme poder letal a cualquier adulto con la misma facilidad con que se pueden comprar  pelotas de béisbol, estuches de maquillaje, alcohol o cigarros.  Y ahora, esa gran productora, consumidora y exportadora de armas que es Estados Unidos, la número uno mundial en el tema, tiene a una sociedad armada hasta los dientes. Cada año producen  millones de armas de asalto como las usadas el jueves pasado en el albergue de San Bernardino, o en el cine de Denver en el que se estrenaría Batman en 2012 y en el que un joven mató  a doce personas e hirió a 50 más.

Después de la tragedia en la primaria de Connecticut, el Presidente Obama pasó al Senado una ley para regular el derecho que  la Segunda Enmienda que la Constitución de los Estados Unidos de América otorga a cualquier ciudadano americano para  la compra y uso de arma. Fue rechazada por la mayoría republicana y algunos demócratas bien cabildeados y aceitados por los dueños de la industria armamentista y la poderosa Asociación Nacional del Rifle, NRA, con 5 millones de asociados,  y que en un tiempo encabezara el actor Charlton Heston, el cursi e insoportable Moisés de la película Éxodo.

Pues bien, todos estos políticos ineptos y dos caras, con grandes lagrimones e invocando a Dios, guardaron un minuto de silencio por los caídos el jueves. Rezan  mientras siguen boicoteando e impidiendo un control serio de la compra y venta de armas en su país, defraudando seriamente a los ciudadanos que los mantienen con sus impuestos. Aunque en Europa también son grandes productores de armamento, por lo menos han hecho intentos por regular su uso. Hoy por hoy, de acuerdo a la Fundación para la Paz con sede en Estocolmo,  un joven norteamericano tiene doce veces más probabilidades de morir de un balazo que un joven europeo. Leía ayer  que un gobernador sureño ha mandado a su congreso una ley que prohíbe llevar juguetes sexuales a las universidades, pero permite la portación de armas. El mensaje es claro: ¡Haz la guerra, no el amor!

A raíz de los ataques de París, la industria armamentista vio subir más del 10 por ciento sus acciones en la bolsa. Los principales fabricantes de armas en el mundo, por orden de importancia y capacidad son, de acuerdo a la ONU: Estados Unidos, Reino Unido, Rusia, Francia, Alemania, Italia, Suecia, Australia, Canadá, Ucrania, España, Colombia, Bulgaria, China y Corea del Norte.  Y ahora, los principales productores de la lista guardan hipócritas minutos de silencio por los caídos en sus países, masacrados  por armas que ellos producen. Los agresores pueden ser locales o foráneos, fanáticos, enfermos, sociópatas o personas con locura mental transitoria, que también los hay. Las armas vienen de las sofisticadas fábricas de la mayoría de los países mencionados y son un floreciente negocio en crecimiento...

Dice Trump, alias “el malo” “,  que si llega a la presidencia  blindará las fronteras para que no entren más “dañinos” mexicanos a su país. No dice que  dejará en ellas un cómodo boquete por el que mandar y vender armas al crimen organizado en México y por el que seguirá pasando la droga que se consume a raudales en su país.  Y por supuesto seguirán las ventas en la unión americana  de los siete millones de armas de asalto que su industria produce cada año para su mercado interno, sin contar con el millón adicional que importan de otros países.

Las matanzas cometidas cada día seguirán alimentando los horarios estelares de  CNN, o FOX,  las páginas de los periódicos y los portales  de internet, y los líderes incapaces seguirán dando hermosos discursos sobre los caídos ¿No es todo parte del mismo negocio?

“¡Señor, baja a ver esto!”, decía mi papá cuando nos portábamos mal mis hermanos y yo. Eso digo ahora… “¡Señor, dónde andas, baja a ver esto!”