• Ana Tere Aranda
  • 22 Octubre 2015
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Por amor a Puebla, por a amor a México

 

¡Qué tiempos aquellos! Por casi dos décadas había participado activamente en organizaciones sociales y cívicas.  Los últimos 15 en la Asociación Nacional Cívica Femenina, de la que fui Presidenta estatal, regional y finalmente nacional.  Nuestro objetivo era promover la participación de las mujeres en la vida pública del país. Mis frecuentes viajes por el interior de la república y al extranjero terminaron por convencerme de que hacía falta empeñarse a fondo en la tarea, sacrificándolo todo.  La respuesta ciudadana era excelente.  Valía la pena.

En 1988, presidiendo a nivel nacional a la Cívica tuve la responsabilidad de impulsar, como ya lo habíamos hecho en Puebla, la participación electoral. Promovíamos a lo largo y ancho del país el voto, aún a sabiendas de que no se contaba con el andamiaje institucional para garantizarlo. Tuve la oportunidad de conocer a Manuel J. Clouthier, que ya era entonces el candidato del PAN a Presidente de la República.

Teníamos reunión cerca de Insurgentes y se anunciaba la Caravana por la Independencia; salimos corriendo a la Avenida y lo vi pasar,  el ánimo se contagiaba, aquel carismático líder me cautivó.  A partir de ahí no me perdí un solo mitin, conferencia o entrevista. La campaña llegó a su término. Maquío no ganó la elección, pero dejó en millones de mexicanos sembrado el anhelo de cambio.

Nada más terminar mi responsabilidad al frente de la ANCIFEM, me fui a inscribir al PAN.  Era Enero del 89.  En la hoja de registro manifesté mi deseo de dedicarme a capacitar.  Dos semanas después ya me estaban invitando para contender como candidata a la presidencia municipal.  Competí primero en la interna y afortunadamente gané.  Pero para la constitucional hacía falta cubrir un requisito que no habíamos previsto.  Nacida en León, Gto., necesitaba obtener la ciudadanía poblana.  La ley marcaba como requisito haber vivido cuando menos 5 años en el estado.  Yo tenía 12 años ya de vivir en Puebla, de eso daban cuenta mis constantes actividades, todas ellas, reseñadas por la prensa local, no obstante preparé un grueso expediente con las actas de nacimiento de mis hijos, los recibos de inscripción y pagos de sus escuelas, los contratos de arrendamiento de las casas que habíamos habitado, bueno hasta los recibos de luz y de teléfono. Todo esto acompañado con una carta dirigida al Congreso Local, donde manifestaba mi deseo de ser poblana.

El Congreso respondió con un: “Solo pueden ser poblanos, aquellos que son dignos, honorables, relevantes e intachables y  Ana Teresa Aranda no reúne ninguno de los requisitos”.  Mi marido, que en Paz Descanse, me preguntó que si quería pagar esa afrenta al contado o a crédito.  Decidimos que al contado, así que nos fuimos a vivir a zócalo acompañados por nuestros seis hijos. En aquel campamento recibimos plantas, flores, bocadillos, pero lo más importante, 25,000 firmas de ciudadanos que exigían al gobierno el registro de la candidatura.

Tuvo que llegar Maquío en el Aguafiestas (su camión de campaña que le hacía competencia al Agualeguas de Salinas), acompañado por prensa internacional, para anunciar que estaríamos presentando una denuncia por violación a los derechos políticos consagrados en el Pacto de San José ante la OEA, justo el 4 de Octubre, el mismo día que Carlos Salinas estaría en Washington recibiendo su primera condecoración internacional.  Ahí fue donde la puerquita torció el rabo, no le quedó más remedio a Piña Olaya, que ordenar se aceptara el registro de la candidatura.

La campaña despertó una gran participación, pero aunque cuidamos todas las casillas y nuestros números nos daban el triunfo, todavía en la ley sólo eran válidas las actas en poder del Comité Municipal Electoral y esas estaban todas alteradas a favor del candidato del PRI. No quise iniciar una batalla poselectoral como se estilaba entonces, en su lugar conformamos un cabildo popular, donde participó Don Luis Hinojosa como regidor, nos dedicamos a hacer gestoría y a obligar al Ayuntamiento impuesto a cumplir sus compromisos de campaña.

De 91 a 94 tuve la oportunidad de ser diputada federal.  En esa legislatura se hicieron reformas constitucionales muy importantes, modificamos los arts. 4º, 27º, 82º, 102º, 130º entre otros.  La experiencia vivida y el aprendizaje fueron fundamentales en mi vida. Ahí me di cuenta que en ningún lugar estaban todos los buenos y en ninguno estaban todos los malos, había pues de todo en todos lados.

Se acercaba el momento del cambio en el CDE del PAN, interesada como estaba en contribuir para que el partido se fortaleciera decidí participar.  Entonces los consejeros elegían Presidente y Comité.  Había 38 consejeros y yo era la única mujer.  Creo que ha sido la competencia más difícil a la que me he enfrentado.   Nadie dudaba de que Ana Tere tuviera la capacidad para enfrentar el reto, ¿pero tener una mujer presidenta? Gané en tercera ronda y sólo con un voto de diferencia.

Estaba convencida que Acción Nacional debía ya competir para ganar.  Teníamos  comités en sólo 19 municipios de los 217.  En tres años logramos constituir 140 Comités Municipales que abarcaban al 85% de la población del Estado.  Pudimos ganar la diputación federal en elección extraordinaria en Atlixco en los primeros meses de 95, y en noviembre en las municipales pasamos de gobernar del 7% al 49% de los poblanos, ganando  Puebla, Tehuacán, San Martín, San Pedro y San Andrés Cholula, Huejotzingo, Huauchinango, Atlixco, entre otros.

Bartlett era a la sazón el gobernador de Puebla,  la derrota electoral lo desquició tanto, que con una maniobra fraudulenta del tribunal nos quitó Huejotzingo.  Ahí fuimos a dar pelea. Casi cinco meses viviendo bajo el portal del Ayuntamiento, con la solidaridad de panistas de toda la república.  Desfilaron por Huejo Carlos Castillo, Vicente Fox, Diego Fernández de Ceballos, Ernesto Ruffo, Felipe Calderón. En marzo nos apostamos 100 mujeres a las puertas del palacio de gobierno, en menos de media hora ya se había ordenado el desalojo. La difusión de este acontecimiento cimbró al país.   El apoyo nacional fue tan importante que no le quedó más remedio a Manuel Bartlett que entregarnos el municipio.

Siempre agradeceré el apoyo de Eduardo Rivera, Juan Carlos Espina, José Antonio Díaz, Luis Enrique Palacios, Irma Adela Fuentes, y el equipo de coordinadores regionales.  Fuimos un Comité aguerrido que se enfrentó a una maquinaria que parecía indestructible y la vencimos.

La candidatura a gobernadora de 98 y la del Senado en el 2000 fueron oportunidades increíbles para consolidar la presencia del partido. El aumento de la votación era innegable, de 400,000 a 700,000 votos en solo dos años.

Y así llegamos al triunfo de Vicente Fox. Instalada la transición, los panistas esperaban sentados el llamado para participar en el Gobierno Federal.   Yo no quise esperar, consiente de que los priistas y perredistas se estaban viendo más listos, me fui al DF, ahí pasé más de un mes esperando ser recibida por el encargado de la política social.   Pero el sacrificio rindió sus frutos, Vicente Fox me nombró Titular del DIF Nacional y luego Secretaria de Desarrollo Social.  Con Felipe Calderón ocupé la Subsecretaría de Gobernación.  Trabajar en la Administración Pública me permitió servir a mi país.  Cómo recuerdo mi primer día en el DIF, subiendo la escalinata que conduce a la puerta principal y pensando ¿qué me quiero llevar de aquí? La respuesta fue inmediata, quiero llevarme  tres cosas: la satisfacción de haber cumplido con mi deber, la de conservar a mis amigos de a de veras, que nunca serán los del puesto y la de conservar a mi familia.  Que cuando regrese a mi casa encuentre el abrazo y no el rechazo de los míos.  Después de todo, esto es lo más valioso que conseguí.

Los últimos años han sido verdaderamente difíciles.   Después de tanto esfuerzo, de tanto sacrificio de tantos y tantos poblanos, el partido acabó siendo secuestrado por una camarilla que lo mantiene agonizante.  Sin posibilidad de reencuentro con los valores y principios que le dieron origen.   Acreditar en los hechos, todos los días, que tienes un gobierno que se cobija en las siglas blanquiazules, pero que ofende con su autoritarismo y prepotencia los principios y valores que juramos defender, que es solapado por las dirigencias, que no tiene ni quiere contrapesos, que aplasta, que somete, que corrompe todo lo que toca, me ha llevado a tomar la decisión de abandonar ese cascarón que un día fue el contenedor del ideal democráticos y de los principios éticos que permitirían la dignificación de la vida pública.

Me llevo en el corazón al PAN del que yo me enamoré,  ese que ya no está, ese que ya no es.  Lo hago por amor a Puebla,  lo hago por amor a México.

21 de Octubre 2015                                                                         

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