• Ángeles Mastretta/Puerto Libre en Nexos
  • 04 Junio 2015
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¿En dónde estuvimos?

 

Pienso en desorden. Divago. Pensar en desorden no es pensar. Fuimos de viaje. A un país prodigioso, que a veces brilla y a veces interroga. Mi hermana me ha enviado la foto de un nopal floreando. Ya regresamos. Diez viajeros.

 

La más joven de todos estudia una maestría en Asia, con especialidad en China, y era una suerte de bióloga mirando por el microscopio: China creciendo y detallada, como un acertijo que al mirar de cerca en lugar de resolverse abre otra pregunta. Viajeros incansables. De pensarlos vuelvo a cerrar los ojos. Llegamos a lugares que pocos visitan. No sólo a los nombres conocidos, que son siempre milagros por conocer —Shanghai, Pekín, Hong Kong—, sino a rincones inesperados. Cuatro días en un barco por el río Yangtsé, hasta la presa de las tres gargantas. Andábamos entre acantilados y, de repente, en las orillas, aparecían ciudades recién hechas, comunicadas por puentes larguísimos. Uno tras otro. Inmensos.

 

Todo es grande en China. Por eso no compré ningún recuerdo menudo. Traje una caja de madera, con dibujos del siglo XVIII, empacada, para viajar a otro mundo, por un hombre pequeño y conversador que era la condensación misma de su tienda de antigüedades. Fui con Leonor. Nos encontramos a Bernardo, comprando unos caballos de madera. Y la abrazó.

 

Cosas extrañas vimos. Tras una ciudad nueva, un templo de siglos al que llegamos atravesando un puente colgante. Recuerdo el viaje en barco como una figuración. Sé que fue real porque me conmueve el recuerdo. Lo mismo que la visita al monasterio en Zhongdian. Ahora todo eso se llama Shangri-la. Le cambiaron el nombre por motivos turísticos y si alguien protestó, no lo oímos. Divago, pero no estoy inventando. El monasterio tiene ochocientos monjes. Y muchos pisos, patios y vericuetos. Cientos de escalones para llegar a un Buda cuyos pies están en la primera parte del templo que crece hasta la cabeza, cien escalones arriba. La urgencia de absoluto conmueve a los más bravos. Encienden una vela. Alrededor quizás existen los milagros.

 

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