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Por: Verónica Mastretta

La memoria es tramposa y selectiva. Suele recordar cosas que la razón catalogaría como poco importantes, mientras borra otras aparentemente dignas de archivarse. El disco duro de la memoria es caprichoso. Dicen que hay dos tipos de memorias: la eléctrica y la química. Una se encarga de la memoria inmediata y la otra de las memorias que vienen desde la infancia. Hay quien con el paso del tiempo recuerda minuciosamente el nombre de los emperadores romanos que persiguieron a los cristianos, pero no recuerda muy bien qué hizo ayer, o la semana antepasada. Hay quienes conservan intactas ambas memorias hasta el último día y otros que con la franca llegada de la vejez pierden toda memoria y quedan a la deriva, viviendo en el presente y atrapados en sus cuerpos como los canarios en sus jaulas. Qué suerte ser como Luis H. Álvarez, piedra angular del panismo desde hace muchos años, para recordar todo hasta el final, con claridad, lucidez, sin angustia.

 Luis H. Álvarez estuvo en el Cabildo de Puebla para recibir la Cédula Real, máxima distinción que otorga el gobierno a una persona. La recibieron él y su esposa,  la Doctora Blanca Magrassi. Impresionante pareja, con historias de vida que  indican que en todo fueron adelantados a su tiempo. Ambos tienen  más de 90 años. Ambos estudiaron y mucho. Él hasta la maestría, ella, hasta el doctorado. Y dedicaron sus vida al servicio de su país cada uno de distintas maneras, pero siempre con un profundo sentido social y entendiendo que en la vida los logros son graduales. Para ellos no hubo una vida de "políticos" sino una vida que incluyó el desarrollo profesional en sus respectivas áreas así como también la militancia en un partido de oposición cuando serlo era verdaderamente heroico. Quienes hoy critican la vida política del país y minimizan los logros de lo que sí se ha podido hacer, es porque no saben que hubo un tiempo en el que no había padrón electoral, mucho menos credenciales de elector con fotografía, ni por atisbo un tribunal electoral, ni se diga que hubiera un Consejo Electoral que no fuera dirigido desde Gobernación. El robo de urnas no era algo extraordinario ni nota en el periódico, porque el que publicara eso se quedaba sin papel para el día siguiente. Eso también ya lo olvidamos. 

Luis H. Álvarez fue candidato a gobernador por Chihuahua allá por l956, cuando el PRI ganaba de todas, todas. Su adversario priista se llamaba Teófilo Borunda. ¡Qué nombre! Parece inventado. Obvio, Teófilo fue gobernador, no Luis Álvarez. En 1958 compitió contra López Mateos por la presidencia de la república. En esa época  no había subsidios, ni prerrogativas, ni más apoyo que el de los compañeros de partido o simpatizantes. Obvio, el presidente se llamó Adolfo y no Luis.  Luego vino un largo retiro a sus quehaceres empresariales. En 1983 fue el primer presidente municipal de oposición en Chihuahua. A los 67 años y siendo presidente municipal, estuvo en huelga de hambre 40 días, protestando porque el gobierno federal lo tenía castigado sin entregarle las participaciones indispensables para gobernar  su ciudad y en protesta por el "fraude patriótico" perpetrado en 1986 en Chihuahua desde la Secretaría de gobernación federal. Su lucha dio fruto cuando el primer gobernador no surgido del PRI en el siglo XX ganara la gubernatura de Baja California siendo presidente del PRI Luis Donaldo Colosio. Hubo priistas  que no le perdonaron eso a Colosio. Algunos calificaron su acto de reconocer que el PRI había perdido por primera vez una gubernatura  como traición; los menos como algo "generoso"; no era ni lo uno ni lo otro: fue un acto legal,  apegado a derecho, honesto. No hay generosidad sino ética cuando se reconoce que algo no es tuyo. Luis Donaldo tenía eso...y tenía una gran convicción en la necesidad de sumar a todos y en ampliar la participación civil en el día a día de la vida política.

Y como la memoria es selectiva, recuerdo ahora una entrevista que le hicieron a Luis Donaldo Colosio cuando  era pre candidato a la presidencia de la república en 1993. Le preguntaron al igual que a otros candidatos, cómo se imaginaba su vida si no salía elegido, y tuvo una hermosa respuesta para ello: se imaginaba dando clases en una universidad, de preferencia en el Tecnológico de Monterrey, o en la Universidad de Sonora. Los demás candidatos entrevistados  se quedaron sin respuesta a esa pregunta, simplemente porque eran incapaces de imaginar una vida alterna. Para Colosio, al igual que para Luis H. Álvarez y Blanca Magrassi, había otra vida posible y rica fuera del quehacer público. Supieron ver en el ejercicio de la política  una herramienta para lograr mejores condiciones para nuestro país, una herramienta más, no un fin en sí misma. Eso recuerdo de Colosio, y esa cualidad también la han tenido a lo largo de su vida Luis H. Álvarez y su esposa Blanca,  una mujer  menudita y encantadora, bióloga y doctora en Psicología que ha dedicado su vida a asistir a niños con problemas de aprendizaje, además de dar   también la larga batalla  a favor de formas más equitativas y modernas para hacer política en nuestro país. Recuerdo ahora a ellos, pero en los frentes de izquierda ha habido ejemplos excepcionales de esto mismo. Menciono buenas personas de distintos partidos, y lo hago con énfasis porque  esa corriente obscura de pensar que en México todos los políticos son perversos y abusadores, nos está haciendo mucho daño. Lo malo se nota mucho, lo bueno suele ser silencioso, discreto, persistente. Hoy, amablemente, mi memoria recordó lo bueno.