• Sergio Mastretta
  • 16 Enero 2015
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Es su cuarto informe, para mí el primero. Y pareciera que para él también, pues la mayor parte de los números que maneja suman los cuatro años de su trabajo en uno solo. El año es un accidente, el tiempo es un bolsón para cargar acciones, computadoras, mastografías, toneladas, mototractores, kilómetros, becarios, estufas y pisos firmes; el tiempo cabe en millones y millones, en porcentajes y flechitas que apuntan para arriba. Porque todo lo tiene medido: sus comparativos con el sexenio de Mario Marín, el número de gobernadores asistentes, los resultados en la prueba de Enlace, los indicadores con los que sube o baja su autoestima.

Qué sencillo es el mundo cuando cabe en un indicador.

Cuando nadie está para corroborar si todo lo que se dice es cierto.

Cuando tienes un folleto con mil fotografías en miniatura que atestiguan los cortes de listoncitos.

Es Rafael Moreno Valle, la condensación de siete gobernadores en uno, Harvard y la familia revolucionaria exprimidos en un político que se sabe gobierno, que nació Estado, que mamó burocracia, que nunca será ciudadano.

Lo entiendo así desde la primera frase con la que introduce su discurso: está aquí con nosotros porque es su destino acortar las distancias entre el gobierno y los ciudadanos.

Porque hoy, en Angelópolis, el gobierno baja del cielo.

 

El escenario

Por supuesto la parafernalia de los helicópteros en uno de los escampados que se han salvado de la especulación inmobiliaria en Angelópolis y no se han convertido en hotel o centro comercial. Frente a la rueda de la fortuna están estacionados para cuando llego diez helicópteros. Y en el aire rondan más, como moscos insufribles en los pantanos de Valsequillo. Cuando bajan los esperan edecanes y suburbans y Kawasakis azules para escoltar a los patricios que vienen del Olimpo. Porque el poder hoy llega del cielo con su carga natural de los ostentosos e irredimibles políticos mexicanos: 19 gobernadores y un secretario federal que no es cualquiera --Gerardo Ruiz Esparza, el de Comunicaciones y Transportes, de pelo blanco, de lentecitos invisibles, al que la bronca de la concesión fallida del tren a Querétaro a chinos y sus aliados constructores del Estado de México no ha descarrilado-- son el golpe de mano del gobernador poblano para quien tenga dudas de su posicionamiento en México.

Algo percibo en el aire: no hay camiones a la vista. Los grupos que han llegado desde los confines estatales, por ejemplo Raboso, en Izúcar de Matamoros, no están a la vista, entenderé después que ya están adentro, que salieron de casa a las cuatro de la mañana y en algún momento alguien les ha repartido su desayuno. Y ahora, muy serenos, esperan en la renovada gayola.

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Ya no le llaman Siglo XXI. La modernidad también bautiza, y si no, habrá que preguntarle a los obispos de toda índole que han llegado muy tempranito --no lo sé, pero tengo que imaginar que son serios y que a todos les gustaría arrojarle agua bendita al remodelado recinto--. Ahora es el Auditorio Metropolitano Puebla, ingeniosísimo nombre dado por Emma Orea León, ganadora de 40 mil pesos en el concurso “Ponle nombre al auditorio”, en una competencia durísima entre otros 800 apelativos propuestos. Así se quema el seso en los concursos. Apenas un poco de los 416 millones invertidos para desaparecer la fachada con mosaicos de talavera que nadie sabe dónde quedaron de uno de los emblemas del gobierno de Melquiades Morales, padrino del financiero Moreno Valle. 




Foto de Mundo Nuestro

Ahí está, una colmena negra con una explanada azotada por el sol, con sus arbolitos de tres metros plantados tal vez hace una semana, que sirve de pasarela sin alfombra, con unos fotógrafos cercados y que a gritos llaman a quien les parezca digno de la asoleada. No tienen mucho, pues los políticos se bajan veinte o treinta metros a su izquierda y rápido escapan hacia la sombra. Una muchacha sí que les responde en su traje negro corto y ajustado a la cintura. Órale, posa en serio, da un vuelta y dos, ondea la melena, mira de medio perfil. No tengo remedio: ¿quién eres? No parece importarle mi ignorancia: soy Sherlyn González… Me quedo igual, pero ella me ubica: soy la esposa de Gerardo Islas Maldonado. Ah. Y tiene 800 mil seguidores en twitter y alcanzó el estrellato por su papel de 'Gaby Chavez' en la telenovela Clase 406. Eso lo averiguo después. Nunca averiguaré quién es ese Islas Maldonado. Pero ella ya se disuelve en el concreto hacia la colmena, y yo pienso que nunca se sabe cuándo aparece una futura primera dama en estos tiempos en que los políticos han salido a buscar ofertas en el mercado cultural de Televisa.

 

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Un viejo también atiende a los fotógrafos y reporteros encorralados frente a la pasarela. Lo veo más delgado, llena menos el traje.  “En Puebla se mira el avance y el progreso en sus vialidades…”, escucho que dice. Es Guillermo Jiménez Morales, gobernador entre 1981 y 1987, y va acompañado por un periodista de los decanos, Mauro González Rivera, su jefe de Comunicación Social hace treinta años, cuando ya el poder dormía en Casa Puebla.

“Gobernador --le digo--, si el avance se ve en las vialidades, ¿ya se ha dado una vuelta más allá del Periférico, ha ido a ver cómo están las colonias en la Resurrección?”

Él es atento, sabe que soy imprudente, y me responde:

“Lo importante es que se avance, que los gobiernos respondan a las necesidades más sentidas, a los problemas más urgentes. En Puebla se ven los cambios en el equipamiento como los que se miran aquí.”

Y no, no ha dado una vuelta por esas colonias del sur, me dice. “Pero he tenido oportunidad de estudiar las cifras del informe de Moreno Valle…”

 

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El teatro remodelado cumplirá por su extensión muy bien con las cualidades de un cine. Han dejado una amplio lobby en la que una batería de músicos sinfónicos ha entretenido a la clientela tempranera, pero los accesos a la luneta son francamente reducidos, no me imagino una corredera en fuga.  A fin de mes la inauguración artística le corresponderá a Luis Miguel. Ahora las 4,100 butacas las ocupan huestes venidas de todos los rincones de la corte y la burocracia locales. Hay decenas de acomodadores y los gafetes de colores indican los destinos. Reconozco las áreas de los presidentes municipales y los directores de medios. Yo me planto atrás, en un pasillo. Abajo, a la izquierda, una puerta, también reducida, da paso a los jerarcas, y cuando ya están todos adentro le dan paso al de la fiesta.

“Señoras y señores, en este momento hace su arribo el gobernador…” ¿Todas las voces engoladas en el mundo terminan en una presentación de informe? ¿Cómo presentarían a Mussolini? Benvenuto grande, fantástico, celeste capo di tutti capi. Pero los maestros de ceremonias nos vuelven a todos plebeyos, incluyendo a los presentados, cuando estamos listos para entonar el himno; cuando sus voces engominan los parlantes todo entra en orden, el movimiento de luces encuentra su sentido y en un instante los aplicados soldaditos disciplinan al mundo mientras desdoblan el lábaro patrio. 


Foto de Mundo Nuestro

Increíble, extraño las matracas rieleras de los tiempos de Jiménez Morales. También el pueblo se ha disciplinado allá en gayola. Con el himno nacie duerme.

Todo en orden, no hay diputados que valgan ni protocolos que no rediman sin la voz engolada señores, encolemos, digo, entonemos al unísino honores, tambores, , baquetas, firmes y abusados que ai viene la corneta, y el coro de la orquesta Esperanza Azteca, y arránquense mi banda con esa estupenda idea de las baquetas para llevar el ritmo, dejando fuera las cornetas, mexicanos chac, chac, chac, no vayan tan rápido, al grito de chac, chac, chac, que no ven que el coro manda, chac, chac, chac, guerra, guerra y aceros y retiemblos de la muerte que rezumba en el mero centro de esta tierra nuestra sufrida y cantadora de sones y no mires y no discutas y no pienses y no apretujes que la vida es una y hoy la merecemos gracias a estos políticos redentores.

 

A lo hecho, pecho

A las 12.33 se arrancan con un video para abrir boca y entender que cuatro son tres que ya pasaron y en ellos algo ha ocurrido: lo que ofrecí lo cumplo, dice en la pantalla tamaño cine Puebla, y empieza por las mujeres, y sigue con el agro, los niños, las compus, las tenencias, y ya que vamos en carro nos recuerda que hace cuatro años Puebla decidió cambiar de rumbo y que por eso recuperó Valle Fantástico y construyó el parque metropolitano y el ribereño y le ragaló seis hectáreas e innumerables millones para curar de impuestos al CRIT del teletón televisivo, y por ahí la salud y el cuadro básico de medicinas y brinca porque queda lejos la educación a distancia y de ahí a La Constancia y la música y las orquestas infantiles y el centro nacional que las acoge, y la academia de policía , y el CIS que concentra para desgracia de los que queremos canjear la licencia todos los servicios que presta (pero me lo pagas) el gobierno. Y quieres un remate, el metrobús línea uno que acarrea cien mil poblanos al día, y el los viaductos como el Zaragoza y el que descarga la ciudad hacia la tlaxcalteca Chiautempan. Y su firma: “Cumplí con el compromiso de devolverle a Puebla el lugar que le corresponde.”

 

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A las 12.39 el discurso, que para eso bajaron los compadres del cielo. Cifras e indicadores después; primero su concepción de Estado: lo imagina moderno, palabra que corresponde al sitio en el espacio en donde se alcanzan los acuerdos a los que no estamos invitados a partir de que cada quien ocupa su lugar en esta vida y a donde te tocó mi cuate cumple con tus obligaciones. Y de inmediato el reconocimiento de las mojoneras (jerarquías) del poder: busca una patria libre y justa, como la que propone Enrique Peña Nieto.

Dicho eso siguen cuarenta minutos en los que “el anterior sexenio” recibe una paliza que más valdría si el aludido poderoso de entonces hubiera terminado en la barandilla.

Alcancé anotar algunas cifras:

Ha invertido en cuatro años 20,343 millones de pesos, 52 por ciento más que lo alcanzado con Mario Marín: 13 mil mdp  en 2,550 kilómetros carreteros, 354 en el Nodo Juárez-Serdán, 239 mdp en el puente de la 31 Poniente, 435 mdp en la pavimentación de la 11 Sur, Las Torres y el Circuito. Y con el gobierno federal los 8,939 mdp para los kilómetros faltantes de la autopista a Tuxpan, y ya que de la federación hablamos --y gracias secretario Ruiz Esparza por decirle muchas gracias señor presidente--, los 10,000 mdp que ya se invierten para los 13.3 kilómetros de segundo piso en la autopista. Y ya que en ello está, pues por ahí la lana (3,219 mdp) para el Metrobús que incluye la línea 2 en la 11 Norte-Sur “que en breve entrará en operación” --no, no hubo referencia alguna al hecho de que el generoso gobierno del Estado de México nos rentará por unos meses un buen número de usados y lijados y barnizados autobuses articulados.

Así, siguió la suma de indicadores: en el ranking de Doing business Puebla mejoró en 20 posiciones y en inversión extranjera obtuvo un 121 por ciento más que en todo el anterior sexenio; y los 74 mil empleos creados significaron un 59 por ciento más que en la era marinista, y los más de 12 millones de visitantes superaron el un 86 por ciento lo logrado en aquel gobierno.

Y si de salud hablamos, los tres mil desayunadores y los 1.4 millones de apoyos alimentarios provocaron que nuestros niños subieran un 30 por ciento en peso y ynb 24 por ciento en talla y se disminuyera en un 24 por ciento la mortalidad infantil; y los 8,064 millones de pesos invertidos en hospitales provocaron un avance en cuatro años equivalente a lo logrado en cuatro sexenios.

“Cada año avanzamos un sexenio”, ha dicho muy ufano. Y no me queda más que decir que fue atinada esa frase que le escribieron.

Y remató a Marín con lo invertido en educación: 4,374 millones, un 63 por ciento más que los seis años del ex gobernador: cinco aulas digitales por día, 5,048 laptops, 145,586 tabletas; 15 por ciento de aumento en inscripciones en nivel medio superior y 27 por ciento más en nivel superior, lo que deja a Puebla en el primer lugar nacional según CENEVAL.

Y su perla: tercer lugar nacional en lectura y cuarto en matemáticas en la prueba Enlace. Un avance de 20 posiciones en relación a lo medido en tiempos de Mario Marín.

Todo esto lo ha dicho foto a foto, una por una repetida al doble en la pantalla, cortado sin tapujos de los pies y junto a una hilerita de mutilados como él en hospitales, centros de salud, salones de clase. Una por una, las fotos apabullan, ahí está el transformador, firmes con su tijera y su listoncito.

Levanto mis dos cejas --quién no hubiera deseado levantar solamente la izquierda para retar a María Félix-- con una cifra: se han sembrado en cuatro años 90 millones de arbolitos. En los términos establecidos por Comisión Nacional Forestal eso equivaldría a que se han sembrado en 90 mil hectáreas esas plantitas para nuestra vida. Puebla tiene alrededor de 779 mil hectáreas de bosque, así que lo dicho por Moreno Valle refiere más de un diez por ciento reforestado. Ojalá me digo, y dentro de todo lo que escucho me digo que este es uno de los asuntos de obligada confirmación para un periodismo serio. P

Me he puesto muy serio.

 

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He seguido atento el discurso. Estoy de pie, así que la sangre circula. Moreno Valle ha resaltado su trabajo en salud, educación, vialidades, transporte, inversión automotriz y se ha cuidado de subrayar lo hecho en la ciudad de Puebla. Pienso en sus colegas gobernadores y creo que no les faltara el rubor de la envidia --les ha presumido sus increíbles números y el calificativo de “entidad segura”, con el indicador que nos pone en el tercer lugar en el número menor de delitos de fuero federal--. Es su día, es su micrófono, son sus pantallas, son sus invitados.

Es un financiero. Me queda claro que sabe conseguir recursos y que no tiene interés alguno explicar los riesgos del endeudamiento. Y es un político con todos los modos del sistema mexicano: no está para discutir proyectos. Son suyos, son sus acciones, son “su palabra empeñada respondida con hechos”.

Escucho los aplausos. Hoy, y por lo que se ve, en ningún otro día, Moreno Valle permitirá un interrogatorio crítico. No le interesa tampoco a este público que lo escucha. No están para escuchar problemas. Le han aplaudido con más fuerza luego de los treinta minutos dedicados a Chalchihuapan (“Un grupo trasgredió la ley, lamentamos las dolorosas consecuencias, pero a obligación de un gobierno es garantizar que impere el estado de derecho, el orden y la paz social.”), y a nadie parece importarle aquí que no haya hecho la más mínima referencia ya no digo al niño asesinado sino a la reforma a la ley orgánica municipal que desapareció la figura de de las juntas auxiliares que provocó el conflicto.

 

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A la salida camino hacia el Parque del Arte. En la sombra que deja el nuevo andador por el que puedes llegar hasta Atlixcáyotl encuentro estacionadas las Kawasakis utilizadas en el operativo helicóptero-auditorio para los patricios que bajaron del cielo. Los pilotos son policías municipales y se toman un buen reposo, con los estorbosos cascos posados en el tanque. No son jóvenes, todos pasan de los treinta, y tres o cuatro están claramente en los cuarenta, y todos lucen impecables en sus uniformes. Las motos imponen, ellos las llaman de pista, alcanzan los 300 kilómetros por hora.

¿Trescientos? ¿Y dónde las corren? Pregunta ingenua.

“Cuando estos cuates van a México, al aeropuerto, por ejemplo”, me dice uno de los oficiales. Quiénes son los cuates: los jefes, los funcionarios a los que tienen que acompañar de comitiva. 250 fácil alcanzan sus camionetas, a menos que sean de las blindadas. No hay problema con los federales, no se meten al ver que va al frente una motocicleta. Ellos tienen prisa. Sí, se arriesga la vida, pero es la chamba.

La chamba de un policía. Chofer comitiva de los funcionarios públicos.

Y ya que platico: muchos años de policía en la ciudad. Muchas broncas.

¿Y qué opina que una vez más metieron al bote a Simitrio?

“No pasa nada, todo lo seguirá moviendo desde la cárcel. Pasa igual con los criminales. Cuántos no hemos detenido, narcos, homicidas, violadores, no pasa un rato y ya están afuera, y van por la suya. Esa es la realidad de la justicia.”

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