• Mariana Rita Ramírez
  • 19 Septiembre 2013
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Texto y fotos Mariana Rita Ramírez

Viernes 13 de septiembre

La asamblea de estudiantes se reúne en Ciudad Universitaria y debaten por varias horas los planes a seguir luego del desalojo de los maestros en el zócalo.

La noticia cunde de celular en celular, las redes hacen más rápido las acciones  políticas.

A las cinco de la tarde un grupo de estudiantes detiene el tráfico en Insurgentes a la altura de rectoría.

La gente de los automóviles particulares menta madres y los usuarios del transporte público se juntan más y más en las paradas del metrobus.

En la estación Doctor Gálvez las mujeres se organizan para que la unidad siguiente las lleve a la Joya y evite que se regrese a Insurgentes, están cansadas de esperar por más de media hora. La encargada de la estación, nerviosa, pide autorización a sus jefes.

--Nos van a linchar si no lo autorizas –le dice a la persona al otro lado del teléfono.

Le dan la autorización y el operador obedece. Las mujeres gritan “Joya, Joya”, y luego se carcajean cuando ven que lo han logrado.

El centro comercial más conocido al sur de la ciudad está repleto de luces y de gente, las tiendas reciben a los clientes y los restaurantes a los comensales. Los pasillos están llenos de  personas que se distraen con los aparadores.

En el CCH Sur minutos antes de las seis de la tarde  --a pocas cuadras del centro comercial-- comienza a sonar los celulares de los alumnos, les avisan que tienen que salir del plantel, ya que los manifestantes gritan consignas y piden apoyo para a los maestros desalojados en el zócalo.

La escuela se vacía en pocos minutos. En la puerta principal están los militantes que apoyan el paro de labores a favor de la Coordinadora Nacional de la Educación, la CENTE, como le dicen.

En el centro comercial algunos de los alumnos del CCH pasean tranquilamente junto a los clientes frecuentes del lugar. Gente con ropa elegante que gasta su dinero en tiendas; una librería cafetería abarrotada; los vigilantes inquietos.  Parece otro mundo, como si afuera no pasará nada.

La ciudad en caos. Periférico e Insurgentes como estacionamiento, los maestros detuvieron el tránsito frente a TV Azteca.

Un lujoso camión transporta a varios militares extranjeros, al frente van varios automóviles de soldados cuidándolos. También están varados por el bloqueo de los maestros.

En el centro comercial, un  grupo de mujeres realiza encuestas para mejorar el servicio en el lugar. Vestidas con una playera verde y un pantalón negro, llevan en mano una grabadora, un celular y folletos. Platican con los clientes, los invitan a contestar sus preguntas, y como la gente "hace tiempo" para que baje el tráfico, se pueden hacer rápidamente las encuestas.

Afuera los estudiantes se juntan frente a rectoría;  en el centro de la ciudad los maestros se trasladan al monumento a la Revolución, en el zócalo solo humo y granaderos.

Dos mundos. ¿Los unos sabrán que existen los otros?  Los maestros saben que existen una clase a la que cada vez más le molesta las marchas por obstruir y violar sus derechos. La clase alta, ¿sabrá por qué marchan los maestros?

 

Domingo 15 de septiembre

 

El monumento a la Revolución esta en paz, tranquilo, los maestros han acampado en las orillas, y son poco ya que los demás están en la marcha que partió de la Estela de Luz. Plásticos de diferentes colores sujetos con cables y lazos son el paisaje del lugar.

En el monumento la gente sube y baja de un elevador que lleva a la parte de arriba, un mirador desde donde ese día se ve la ciudad limpia, hermosa, y también se ven los cerros que rodean el valle de la ciudad de México. Es elegante, modernísimo, igual que la planta baja del monumento. Cobran 40 pesos por cabeza.

La gente que sube al levador comenta si los son los maestros lo que acampan alrededor.

Alguien contesta que sí son ellos, pero no se comenta más. Ellos van por las fotos del recuerdo de la vista panorámica.

Abajo en la explanada un grupo de cristianos busca convencer a los visitantes de que se conviertan, y para llamar la atención uno  de ellos se ha vestido del chavo del ocho y otra persona de la chilindrina; los niños se aceran y los padres escuchan los mensajes de los oradores. Se mezclan entre los maestros.

Los maestros que se han instalado en la plaza están a la espera, algunos están acostados en hules espuma, otros en bases de madera, hay muchas cobijas, y bajo el monumento está el centro de acopio. Mucha agua, comida, ropa, despensas.

--Mi amor, está abierto el centro joyero --le dice una mujer a su acompañante. Ambos caminan entre las escaleras en la parte superior del monumento. La vista es hermosa, la ciudad sigue siendo hermosa. Y más en este día, luego de que llovió toda la noche, el aire es cristalino. Un grupo de turistas  españoles  comenta de los altos costos educativos en España, y dice comprender a los maestros.

Bajamos en el elevador. No se dejan de ver las carpas. Los maestros tienen una carpa para hacer la comida; muchos baños en hilera que les colocaron en la zona poniente de la plaza; otra carpa que hace las veces de consultorio, sobre una de la paredes hay bolsas de medicinas con letreros que dicen "dolor de cabeza", "dolor de estómago" "nauseas"  y así una larga fila de malestares. Al momento de levantar mi cámara se esconden, no quieren salir en la foto.

 Dentro del monumento hay una tienda de recuerdos y dulces. Pregunto por unas papas y me dan el precio 25 pesos, gracias y me doy la vuelta. La gente que atiende y da las visitas guiadas son jóvenes -el bono poblacional, pienso.

Afuera casi  todos los maestros son jóvenes, una pareja de maestros veteranos baila al rito de la "iguana", los rodean y les aplauden, se respira un ambiente campirano y sencillo.

 

La marcha

Sobre Reforma viene la marcha, un patrulla le abre camino, la siguen una ambulancia y una camioneta con pintas de la CENTE; poco a poco se acerca al cruce con la avenida Rosales donde rodean la fuente y entran por la avenida Juárez hacía el Monumento a la Revolución. La tarde comienza  dar sus primeros brochazos, las luces públicas se encienden. El contingente primero entra a la plaza, los rostros no se ven cansados, las voces se escuchan furiosas, así que creo que esto va para largo. Para evitar infiltrados van marchando brazo con brazo, otros contingentes se han amarrado un lazo, otros caminan. Algunos llevan pancartas, otros con lonas impresas.

Media hora y la marcha no se acaba, la plaza de la Revolución sería insuficiente para todos los marchistas.

Sobre el crucero la gente ajena a la marcha se nota molesta, busca con ansia un taxi, pero los choferes salen despavoridos cuando ven los contingentes de los  maestros avanzar.

El edificio de la Lotería Nacional tiene en su entrada a un grupo de policías, alertas ante la marcha, pero la gente camina en paz, esta vez no hay provocadores.

En el museo del Monumento al salir del lugar elegante, sobre los vidrios esmerilados están las bolsas de ropa que la gente ha llevado al campamento. Las bolsas de plástico tienen víveres y enseres, así que la gente que se toma su cafecito en el lugar tendrá a la vista el movimiento de los maestros separando ropa, distribuyendo agua y cobijas colgadas sobre el vidrio del museo.

Los marchistas poco a poco llenan la plaza de la Revolución, en la zona norte hay templete donde se realizará el grito a las once de la noche.

La avenida Juárez adornada con muchas banderas mexicanas se llena de luces y voces, la tarde se convierte en noche, la gente baila y corea consignas.

Dos maneras de ver la vida, dos maneras de pasar la tarde.

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