• Arnulfo Allende Carrera
  • 14 Marzo 2013
".$creditoFoto."
Arnulfo Allende Carrera*

Arnulfo Allende Carrera es un hombre sonriente. La vida lo ha llevado a escarbar las entrañas de la antigua ciudad de Puebla, y tal vez por ello mire el mundo de arriba, el nuestro, con esa mirada irónica que da la de saber que todo es pasajero. Y que las piedras resisten más el paso del tiempo. “Tengo un ángel”, dice él, y la suerte suya, y por ella la nuestra, lo llevó al patio de la Casa del Mendrugo en el año 2009. Los restauradores habían levantado las losas con el propósito original de plantar un firme que permitiera volverlas a acomodar sin que se movieran con el uso, como en las viejas vecindades del centro. Y ahí a un albañil se le perdió la barra, y ahí a su maestro se le ocurrió que algo raro pasaba. Y ahí aparecieron los tepalcates, en el olvidado basurero de la casona colonial.

Arnulfo Allende llegó como investigador del INAH, y con su ángel y su sonrisa dirigió la excavación que derivó en “los hallazgos del Mendrugo”. Este es el relato que hace el arqueólogo de la fortuna del Mendrugo. 

La casa del mendrugo

El paraíso de Chuchita hace tres mil años


Hace varios años, en un aula del Colegio de Antropología Social de la BUAP, escuché por vez primera la inquietante hipótesis de una… no, de tres ciudades prehispánicas bajo nuestra Puebla de Los Ángeles. A partir de esa época, y luego de estudiar Arqueología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, el tema de los antecedentes y las condiciones en torno a la fundación de nuestra ciudad, se convirtió en una de mis líneas de investigación preferidas.
 


Mi obsesión, mi pasión, mi curiosidad, me llevaron a leer todas las fuentes históricas posibles, y la fortuna (mi ángel, puesto que soy poblano) sesgó mi práctica profesional hacia la Arqueología Histórica. Esta clase de arqueología es aquella en que se aplican la metodología y técnicas de la arqueología al estudio de sitios ocupados, o donde están documentados eventos relevantes durante la época posterior a la llegada de los conquistadores y colonos europeos al continente americano. Tal es el caso de nuestra ciudad, fundada el 16 de abril de 1531.



Después de casi 15 años de trabajo, de explorar sitios como el Paseo San Francisco, Profética, La Merced, Analco, Los Sapos…. llegué a la conclusión: si existen sitios prehispánicos dentro de la zona monumental de Puebla, deberían estar en este orden: los sitios del horizonte Preclásico o formativo (1800 a. C. – 150 d. C.) deberían estar situados sobre la rivera del rio Almoloyan o San Francisco, hoy Boulevard 5 de Mayo; los del Clásico (150 d. C. – 650 d. C.) en la línea de lomas que corren desde el Amacueyatepec (cerro de Loreto) hacia los barrios de La Cruz, El Alto, La Luz y Analco; y los del Posclásico (900 d. C. – 1521 d. C.) más bien fuera de la ciudad, en el área que actualmente ocupa la zona de “Angelópolis”.

Mi ángel (porque soy poblano) me condujo en el año 2010 a La Casa del Mendrugo, un inmueble de arquitectura señorial que, después de varias décadas de abandono y ataques vandálicos, se encontraba en proceso de restauración y puesta en valor por parte de una familia poblana que, noble y responsablemente, acudió al INAH dando aviso del hallazgo de “tepalcates”, fragmentos de platos, ollas, tazas, etc.

Acostumbrado a los contextos domésticos de la época virreinal, identifiqué inmediatamente los tiestos de mayólica o Loza Blanca, mejor conocida como Talavera poblana y propuse una cronología aproximada entre los siglos XVII-XVIII. El estudio de estos materiales arqueológicos y la consecuente supervisión a la obra llegaron a un punto en que, al observar que los objetos obtenidos a mayor profundidad eran totalmente distintos a las coloridas mayólicas, nos vimos en la necesidad de suspender por varias semanas el trabajo en una sección de la casa, para explorarla con cuidado, de acuerdo con el proceso general de investigación arqueológica. Lentamente, “con brochita y cucharita”.



Y el hallazgo ocurrió: un muro construido con bloques irregulares de piedra caliza unida con lodo, una superficie empedrada, cientos de tiestos (tepalcates, fragmentos de cerámica) de colores negro, rojo, café y rojo/blanco que nos indicaban formas de ollas, cajetes y cuencos. Por fin, un contexto limpio, sellado, y todo, absolutamente todo, prehispánico.



Todos compartimos la emoción y el pasmo. Aún no terminaba de asimilar la idea de un sitio con ocupación humana prehispánica a escasos 200 metros de la Catedral, cuando fue localizada una olla grande fragmentada y, en su interior, figurillas humanas de cerámica, objetos de concha trabajada, obsidiana, figurillas humanas de piedra verde y espejos de magnetita.





Y tras todo esto un entierro humano.


Click HERE is best bookmaker in the world.
Offers Bet365 best odds.
All CMS Templates