• Arturo Córdova Durana y Ramón Lozano Torres
  • 31 Enero 2013

La ciudad guardada en sus muros

La fundación de la ciudad de Puebla, en el año de 1531, se hizo con meticuloso cuidado, queriendo acotar el creciente poderío de los conquistadores-encomenderos y dar cabida a las continuas migraciones de Españoles peninsulares que reclamaban para sí tierra y mano de obra indígena gratuita para empezar una nueva vida en esta región recién descubierta y conquistada.

Este “ensayo de república” es intentado por primera vez en la Nueva España con la fundación de la Ciudad de los Ángeles, la que estuvo a cargo de la Segunda Real Audiencia y la especial tutela de su oidor Juan de Salmerón.

 

El valle de Cuetlaxcoapan, lugar en el que se fundó la ciudad de acuerdo a todas las crónicas, se encontraba deshabitado al momento de la conquista de México y estaba rodeado de varios señoríos indígenas comarcanos y era considerado como tierra sagrada muy propicia para realizar guerras floridas que mantuvieran vivos a sus dioses con la sangre de los guerreros tomados como prisioneros durante la batalla; de allí el nombre de Cuetlaxcoapan “lugar donde las víboras cambian de piel”, o “lugar donde los jóvenes se hacen guerreros”.

 

El 16 de abril de 1531, la ciudad fue trazada al oriente del río Almoloyan después llamado San Francisco y 5 meses después fue trasladada, durante el mes de septiembre, a su banda poniente por razones de seguridad e higiene ya que el lugar de la fundación sufría de graves inundaciones por los torrenciales aguaceros característicos de la zona. Al trazo se le dió un diseño rectangular, en forma de damero, con calles rectas y manzanas rectangulares delineadas a escuadra y compás, siendo estas de 100 x 200 varas castellanas[1].

 

Las manzanas cuyos lados se alineaban, el más largo en sentido oriente-poniente y el más corto en el sentido norte-sur, se subdividieron en ocho lotes idénticos de 50 x 50 varas, siendo la superficie territorial de estos solares de 1764 m2 aproximadamente, terreno suficiente para construir una cómoda casa-habitación con patio, traspatio de servicio y caballerizas (La actual Casa del Mendrugo ocupa la mitad de la superficie original).

La manifiesta protección real a la naciente ciudad angelopolitana que la declara como ciudad en los albores de su existencia, el año de 1532, la ennoblece prontamente al otorgarle en 1538 su escudo de armas donde emblemáticamente se pide a los ángeles “custodiarla en todos sus caminos”. Se otorgan fácilmente solares, huertas y “suertes de tierra” a sus primeros vecinos a quienes se les proporciona mano indígena para la construcción de sus casas y el cultivo de sus tierras, se les exenta por 30 años del pago de impuestos, se desvía el camino Veracruz-México para que cruce la recién erigida población y se traslada a ella la sede del obispado de Tlaxcala, el más rico de América y uno de los más extensos. Estas acciones hacen que la nueva Puebla creciera rápidamente y en pocos años se consolidara como la segunda en importancia de la Nueva España, llegando a avecindarse en ella lo mismo conquistadores y encomenderos que ricos comerciantes y labradores, incipientes artesanos e industriales y gran cantidad de clérigos y religiosos que la enriquecieron y afamaron rápidamente. A todos ellos la Ciudad les mercedó solares, huertas y “suertes de tierra”[2], por el sólo hecho de radicar en ella. Los más céntricos de estos solares, los que rodeaban la plaza de armas, se reservaron para los conquistadores y fundadores, con excepción de los predios que se cedieron para ser la sede permanente de los poderes civil y eclesiástico que gobernarían la novísima ciudad representados respectivamente por el palacio del ayuntamiento y la catedral angelopolitana.

En un segundo plano se ubicarían los predios destinados para el asentamiento de las principales órdenes religiosas que llegaron a la ciudad[3] y el otorgamiento de solares y huertas a nuevos pobladores civiles y eclesiásticos que lo solicitaren. Puebla desde 1543 fue la sede del obispado más rico de la Nueva España, uno de los más extensos y poblados. Más alejado de la plaza de armas se ubicaban los solares dados a artesanos, industriales y pobladores en general; además de las huertas, molinos y batanes que por su propia naturaleza necesitaban estar cerca de las corrientes de agua[4].

El predio en el que fue desplantada la Casa del Mendrugo perteneció primero a Juan de Ortega, uno de los primeros pobladores de la ciudad, a quien se le mercedó pocos años después de fundada ésta, cuando solicitó a su regimiento, el 1 de diciembre de 1534, ser recibido como vecino; su oficio era mallero[5]. Posteriormente la Casa fue hipotecada por este personaje a favor de los menores hijos del conquistador Pedro López de Alcántara, escritura signada el 30 de diciembre de 1553 ante el escribano público Andrés de Herrera e inscrita en el libro de censos correspondiente[6], [7].

El Sacerdote Juan Vizcaino, quien llegara a fungir como canónigo de la catedral angelopolitana, fue propietario también del inmueble, las casas del padre Vizcaino lindaban “por una parte con casas de Bartolomé Rodríguez de Fuenlabrada e por la otra con calle real y están frente casas de la compañía del nombre de Jesús desta ciudad que fueron de Francisco de Montealegre, difunto, e por delante calle real que va de la plaza pública al río de San Francisco, edificadas en un solar e medio poco más o menos”[8], la que contó además con su propia merced de agua desde el año de 1560, cuando el cabildo se la concedió al canónigo Vizcaino y la tomaba directamente de la fuente principal de la ciudad[9].

Es probable que la primitiva construcción de la casa de Juan de Ortega fuera de un solo nivel, hecha con materiales perecederos primero y “de cal y canto” después, cuando la Puebla de los Ángeles era ya “[…] la mejor ciudad que hay en toda la Nueva España después de México […]”[10] como lo expresara hacia 1540 el propio fray Toribio de Benavente “Motolinia” a quien tradicionalmente se le ha atribuido la fundación de la ciudad.


[1] La vara castellana tenía una longitud de 84 centímetros aproximadamente.

[2] Una suerte de tierra equivalía a unas diez hectáreas y media de superficie y era la cuarta parte de una caballería.

[3] Con excepción de la Orden seráfica de San Francisco que es la primera en asentarse en el valle de Cuetlaxcoapan y lo hizo fuera de la actual traza urbana, ubicándose en el lugar donde algunos historiadores y cronistas afirman fue el asentamiento primigenio de la ciudad de los Ángeles.

[4] Córdova Durana, Arturo, “la Traza material y espiritual de la Puebla del siglo XVI”, ponencia dictada en el Coloquio organizado por el Archivo General Municipal de Puebla para conmemorar el 469 aniversario de fundación de la ciudad, Puebla, abril 16 de 2000.

[5] Archivo General Municipal de Puebla (en adelante AGMP), Libro de Actas de Cabildo, No. 3, f. 26 de la foliación antigua.

[6] Libro de Censos, No. 2, f. 152 r. consultado en fotocopia.

[7] En el Archivo General de Notarías de Puebla (en adelante AGNP) sólo existen los protocolos de los tres primeros meses del año citado.

[8] Biblioteca Central José María Lafragua, Fondo Jesuita, Libro de escrituras y documentos antiguos. Años 1582-1760, ff. 39-39 v.

[9] AGMP, LC. No. 7, ff. 94 v.-94 v.

[10] Benavente, fray Toribio de “Motolinia”, Historia de los Indios de la Nueva España (estudio crítico, apéndices, notas e índices de Edmundo O´Gorman), 3ª ed., México, Ed. Porrúa, 1979. Colección Sepan Cuantos No. 129, p. 188.


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