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Por las noches lo derribaron todo, con pico y marro, los brazos fuertes de los hombres sin tiempo, alumbrados por el resplandor del Hospital Ángeles al otro lado del río. Fue el hambre de los pepenadores, el descontento de los obreros traicionados, la insolencia del empresario depredador, la estupidez de los mandatarios en turno. Fueron los brazos aplicados con toda la gravedad de la ambición inmobiliaria a la destrucción impune de la historia de otros hombres: los trabajadores de la fábrica textil “El Mayorazgo” y la de sus antiguos propietarios y constructores.

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